Blog de Regina Salcedo Irurzun

domingo, 3 de mayo de 2020

LECTURAS PARA LA CUARENTENA: LUÍS MIGUEL RABANAL

Luís Miguel Rabanal es un hombre atravesado por un río caudaloso, de aguas a veces turbulentas y a veces reposadas y cristalinas. El tiempo que nos envuelve al acercarnos a sus poemas no es el tiempo convencional, sino un tiempo kairótico que nos permite intuir, desde un instante multi sensorial y cuajado de símbolos, una vida rica y compleja.
Así, el título de su libro, Que llueva siempre, refleja muy bien la virtud de sus textos que, al igual que la lluvia, parecen infinitos mientras los lees. Imagino a Rabanal como a aquel fraile llamado San Virila que, sin darse cuenta, pasó una breve eternidad escuchando el canto de los pájaros en la sierra de Leyre.



D E LOS EXTRAÑOS

I

No es difícil advertir en el hombre recostado
un río profundo que surca su memoria y lo traslada
al tiempo sin fatigas que alguna vez sufrió en su carne,
como un estrépito.
Es el atardecer quien padece su fiereza y es la huida
que culmina en un escondite del paisaje
de su edad devastada.
Reconoce a quien tras las moreras vaticina su mal,
se dan las buenas tardes y sonríe por la incrédula
mano mugrienta del niño que hoy no puede ser
amigo suyo.
Hay vencejos dementes que gritan de contento a su lado
y se diría que es tarde y que la vida se nos simboliza
tortuosa, pero también magnánima.
Importa conocer su celebración de lo diverso
y no tanto su manía de hacerse ensordecer por los globos
añiles del poniente, y no tanto su desenvoltura
de individuo que ha sido abordado por el daño
escrupuloso, el de haber vivido muy secretamente
la soledad con el tedio aromatizado
en las noches de hierbabuena y escarcha.
No basta con nombrar su pasado de muchacho
que duerme en el duro borde del alcohol
sin apenas quererlo.
Que nos diga quién fue, como si el lamentarlo
nos transportase a otro mundo cruel y no por ello
más definitivo.


II

Se parece a los inviernos, con su voz de trapo ronca
y la paciencia indescriptible del anciano.
Al dormirse le cierran la ventana para que no sueñe
con el frío y se ovilla lo mismo que el cobarde cuando dan
la hora, la del principio de todo.
La más maravillosa y la más triste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario