Blog de Regina Salcedo Irurzun

lunes, 29 de agosto de 2016

SER PERRO

Renacer como perro se supone que es dar un trágico paso atrás en la larga cadena de las reencarnaciones.
Hoy jugando con Eddie pensaba en la felicidad absoluta de únicamente ser, de amar y dejarse querer sin más complicaciones, de vivir y olisquear el momento presente bien a fondo. Pensaba que quizá el verdadero retroceso para él sería renacer en persona, y conocer entonces la mezquindad, la envidia, la codicia, el odio, la ira...La soberbia de creernos mejores mientras nos destruimos, mientras lo destruimos todo.














 

martes, 31 de mayo de 2016

Una muestra de: Onirogramas






Vibra mi cuerpo-otro. un cuerpo yo y ajeno.
violenta                                 y peligrosamente.
circundado de luz. luz sanguínea y convulsa de neón.
en un área mermada como de lente vuelta.
y sé. desde mi ángulo. desde esta perspectiva de cornisa
que va estallar. el otro, el que se agita fuerte.
la que también soy yo.

[…]

algo de un perro ahora. y quietud. momentánea.
azules. veladuras. porque todo se trata. se procesa.
hay un control externo, y aventuro,
de ahí ese respirar acompasado. el del enjambre de átomos
que devienen en perro. pues dormido.
igualito que  yo.

[…]

cuántas conciencias sueñan, nos vigil(i)an?



viernes, 27 de mayo de 2016

Entrevista a David Troch



 
1.    Kokapeli: bianca blues es un poemario que narra la vida de una super modelo y nos acerca a ese mundo de glamour y lujo de la pasarela. Un mundo de frivolidad que, en principio, parece bastante alejado del de la poesía. Personalmente a mí me atrajo por lo arriesgado de la propuesta, pero ¿no te dio miedo que un tema tan en las antípodas de lo que podría considerarse  “poético” pudiera no conectar con el público habitual de este género, no ser bien recibido o entendido?

David Troch: Cuando estoy escribiendo no pienso en el público.  Escribo. No me gusta en absoluto tener un editor jefe en la cabeza. Eso afecta al proceso de escritura. Más adelante se pueden ir eliminando cosas. No importa si estás hablando de un trapo, un microscopio o una modelo; sea el sujeto que sea, siempre intentas provocar al lector. Incluso los sujetos que a primera vista parecen no-poéticos contienen una gran cantidad de poesía. Como poeta intento desencadenar esa poesía y sacarla a la superficie. Y claro, con un tema imprevisto, uno se distingue. Porque se escribe muchísima poesía, mucha más de la que se publica, y también mucha más de la que se lee. El público de este género no es un público muy amplio. Puedes estar quejándote de eso en un rincón, o puedes intentar aumentar ese público poco a poco. No sé si podré lograrlo con una novela en verso que trata de una topmodel internacional…  Antes de dedicarme exclusivamente a la literatura estuve trabajando en una oficina de Relaciones Públicas y Comunicación durante trece años. Con clientes como Disney, Universal Music y Playmobil, de vez en cuando debía ponerme en contacto con modelos. Por ejemplo, lancé para Paramount el dvd de Tomb Raider con un concurso para elegir a la chica que más se pareciera a Lara Croft. Impresionante. No fue hasta mucho después de acabar el libro cuando me di  cuenta de que quizás  mi protagonista salió de ahí.  Sí, puede ser que incluso sea una crítica retrospectiva de esa temporada en la que intentaba, de manera afilada, convencer a la prensa,  y al fin y al cabo también al consumidor, de que tal o cual producto era realmente lo que les hacía falta.


2.    K: Leyendo el libro pensaba que quizá lo esperado hubiera sido que evitases a toda costa los clichés sobre el mundo de la moda, sin embargo, haces lo contrario: te lanzas sobre ellos, los recoges todos y después los barres con tu particular  poética para desmontarlos y que formen estructuras extrañas, desconcertantes. Así, tras mostrarnos en un poema lo que de sobra conocemos sobre este mundo de las apariencias, nos descolocas con un par de versos enigmáticos, ásperos, que vienen a romper ese confort. ¿Estarías de acuerdo con esta interpretación? ¿Cómo te planteaste el reto de no estancarte en una mera enumeración de tópicos? ¿Cómo ha sido la labor de poetización y significación de estos clichés?

D.T.: Esa interpretación es un halago muy grande.  Es justo de ese modo como voy ofreciendo algunos asideros al lector; escribiendo de temas que todos reconocen.  Si quieres crear un personaje creíble, no hay más remedio. Pero, en cuanto que poeta y escritor, naturalmente buscas algo más. Algo que ponga lo conocido en entredicho. Hay topmodels en todas partes. Nos sonríen desde el cartel publicitario en la estación de tren con un sólo objetivo: seducirnos. Pero esa topmodel es más que una cara y un cuerpo. Esa es la razón por la que creé a Bianca.  ¿Qué le pasa por la cabeza? ¿De dónde viene? ¿Cuál es su historia?  Estas cuestiones se me revelaron no sólo a través de la escritura, también en los momentos más inesperados me venían a la mente. Le di el tiempo necesario para crecer despacio, desde que sólo era un embrión hasta convertirse en una mujer adulta. Fue al inicio de este proceso cuando se me reveló también el tono en el que quería contar la historia de Bianca. Un tono que se desviaba de todas las cosas que me ocupaban en aquel momento. Creía que después de un par de poemas me hartaría, pero parece ser que no fue así. Fui adentrándome progresivamente en el personaje de Bianca hasta que llegué a superar la mera enumeración.

3.    K: Por otro lado, no te conformas con traer el desconcierto armando unos versos chocantes o aparentemente crípticos; ese leve picor que va afectando al lector, esa callada inquietud que va creciéndole dentro, procede de todos y cada uno de los engranajes del artefacto: tanto de sus significados y su fondo, como de su sintaxis, su vocabulario, su ritmo, su métrica y hasta su ortografía, con tu fobia a las comas o las mayúsculas. ¿Qué podrías contarle sobre esto al lector en castellano que se acerca por primera vez a tu obra? ¿Es bianca blues una novedad, un nuevo camino que has iniciado  o forma parte de un estilo ya asentado?

D.T.: bianca blues es completamente distinto de mis dos primeros poemarios. En ellos hay muchos poemas de tres versos de tres líneas cada uno,  alineados rigurosamente. Era como un molde en el que no tenía más que encajar palabras. Divertido y fácil, pero acabé aburriéndome.  Quiero desafiarme continuamente, no repetir siempre los mismos trucos. La forma en bianca blues es mucho más libre, sin embargo, también tuve en cuenta lo visual. Por eso, el número de líneas consecutivas se limita a tres. En cuanto al contenido...: tengo un pasado como participante en torneos de poesía (poetry slam), así que para mí, evidentemente, mis poemas no sólo tienen que quedar bien en el papel, también deben hacerlo sobre el escenario.  Además me encanta juguetear con el lenguaje, así que suelo incluir un fondo hecho con dobles sentidos. Al haber estado en un escenario muy a menudo,  sonido y ritmo entran en mis poemas casi automáticamente. Y en bianca blues esa musicalidad sobresale aún más. De la obra que estoy escribiendo ahora, suelo leer algún poema de vez en cuando, pero el tono, de nuevo, es muy distinto. Y parece que en cuanto al contenido será algo más abstracto que cualquier cosa que he hecho hasta ahora.

4.    K: bianca es un personaje sólido que va revelándose poco a poco conforme avanzamos en la lectura: descubrimos sus miedos, sus sueños, su relación con los hombres, su pasado, la historia con sus padres y su lugar de origen, etc. Esta humanidad repleta de detalles otorga profundidad y autenticidad a la historia. ¿Cómo fue la construcción de esta protagonista?

D.T.: Fue muy orgánica. Entre la primera frase que escribí y la publicación pasaron cinco años. Y es bastante extraño que asociara esa primera frase con el mundo de las modelos. Fue sólo al final cuando encontré dónde encajaba. Y no, no descubriré el secreto de dónde se encuentra exactamente en el poemario.  Durante esos años no trabajaba en el libro a diario; también publiqué otro poemario y escribí mucha prosa. bianca blues se hizo a trocitos, poco a poco. Posiblemente porque no tenía claro qué hacer con ella, o porque el lenguaje que utilizo en este poemario era una ruptura clara con el estilo de mi poesía anterior. En resumen: estaba muy inseguro.   Hasta que, de repente, una topmodel internacional empieza a seguir mi página en Facebook. Me atreví a preguntarle si quería leer el manuscrito, que no estaba listo ni de lejos. Quería. Y es más, después de leerlo, me dijo que había tenido la carne de gallina desde el principio hasta el final. Parecía que había acertado, tanto con el contenido como en el tono. En agosto del 2014 me escondí tres semanas en mi cueva de escritor para no hacer otra cosa que redactar el manuscrito. La primera semana escribí bastantes poemas nuevos, la segunda semana eliminé muchas cosas y volví a escribir algunas partes, durante la tercera me centré en el orden de los poemas.


5.    K: bianca blues, evidentemente, va de la mano de la música y, de hecho, en tus presentaciones recitas acompañado de una banda de jazz e incluso te animas a cantar algún poema. ¿Esta fusión fue premeditada, lo concebiste así desde el origen del poemario o surgió a posteriori? ¿Qué le aporta la música a bianca?

D.T.: No presenté el poemario con una banda de jazz precisamente, sino con Steven De Bruyn, uno de los artistas más dotados con la armónica. La primera semana de agosto de 2014 estaba todo el rato escuchando música. Me acuerdo de que un día escuché exclusivamente  aTom Waits. Aquel día escribí once poemas. Claro que no todos están en el poemario. Algunos tuve que cambiarlos, otros desaparecieron del todo. La música entró muy pronto. Cuando en una ocasión tuve que hacer una presentación en un lugar donde también actuaban músicos, les pregunté si les apetecía improvisar y acompañarme. Pude colaborar con Steven gracias a mi título de poeta de la ciudad de Gante. Los organizadores de Kort, un festival de relatos cortos que hay en Gante, nos unieron.  Suelo escribir relatos de exactamente cien palabras y a los organizadores les pareció una buena idea que los presentase entre dos actos acompañado de un músico: Steven. Nos entendimos muy bien, tanto en el plano artístico como en el personal. Después de la presentación, la gente vino a preguntarnos si lo habíamos hecho antes, cuándo lo haríamos otra vez y cuándo salía el CD. Cuando el festival de Artes de Watou nos invitó, empezamos con bianca blues. Durante el primer ensayo comenzamos a cantar espontáneamente uno de los poemas. Al principio del segundo ensayo, Steven me dijo que Some People, una canción maravillosa de su banda The Rhythm Junks, sonaría muy bien con ese poema. Al final acabamos utilizando dos poemas más como base para hacer una canción. Y así fue que en la presentación del poemario canté una canción.  Algo que antes sólo hacía en el cuarto de baño del hotel.



6.    K: ¿Qué es la belleza para David Troch? ¿Puedes decirme tres cosas que te hagan feliz  por el solo hecho de verlas/escucharlas/tocarlas…?

D.T.: Soy un corredor de largas distancias y ya participé en algunos maratones. La embriaguez que siento al correr, es una gozada. Porque a veces me ayuda, no a parar mis pensamientos,  pero por lo menos a canalizarlos. Por eso, conscientemente, no corro con música.  Aunque también me gusta mucho. Bueno, no todo tipo de música; como todo el mundo, tengo mis preferencias. Cuando estoy escribiendo, sí que suelo poner música de fondo. O no de fondo. Incluso canto en silencio cuando oigo alguna canción que me gusta. Y claro, tengo una estantería bien repleta de libros, creo que contiene seiscientos poemarios. Coger un poemario, hojearlo, y arbitrariamente leer un poema que expresa las cosas perfectamente. Una maravilla.

7.    K: Ahora tres cosas que te hagan automáticamente infeliz o que te cabreen.

D.T.: Los últimos meses me doy cuenta de que evito las noticias deliberadamente. Periódicos y telediarios no hacen a un hombre feliz.  Pero eso no quiere decir que no me interese. Los atentados en París, las decisiones políticas en Bélgica son temas sobre los que escribí textos críticos. Y la gente que lea bianca blues a fondo, leerá una crítica abierta a la sociedad de consumo.

8.    K: ¿Nos puedes decir algún poeta que te haya impactado especialmente, que haya marcado un punto de inflexión en tu trayectoria como escritor?
     
     D.T.: No puedo dejar de mencionar a Herman de Coninck. Es un poeta que escribió poesía muy accesible y sus versos muestran un amor enorme por el lenguaje. Es bueno que haya poesía accesible. Precisamente fue la que me a mí me sedujo. Evidentemente, teniendo más de seiscientos poemarios, hay muchos más poetas de los que puedo decir que desempeñaron un papel importante. Cuanto más te adentras en el mundo de la poesía, más poetas llegas a conocer también en persona. Hombres y mujeres a los que admirabas por sus libros. Eso sigue siendo muy especial para mí. Sin nombrar a nadie, hubo encuentros con poetas de los que tengo muy buen recuerdo.


9.    K: ¿Cómo está la escena poética en Bélgica? ¿Crees que un buen momento para la poesía?

D.T.: No soy historiador literario, y para contestar a esta pregunta casi debería hacer un estudio científico comparativo de las épocas anteriores. Sólo puedo juzgar con mi intuición, y mi intuición me dice que la poesía no anda muy mal. Hay poetas urbanos, poetas del campo y tenemos nuestro propio poeta nacional.  En las ciudades hay bastantes plataformas para nuevos talentos. En mi época –suelo decir que me jubilé en 2006– debía ir a los poetry slams de Holanda para encontrar todo eso, pero ahora incluso hay un campeonato nacional en Bélgica. Está claro, no se puede vivir de la publicación de poemarios.  Se suelen hacer pocas copias. El poeta gana más con sus presentaciones. Tengo la suerte de que a mí esto me gusta mucho, pero hay poetas, incluso entre la generación más joven, a los que no les gusta nada estar sobre un escenario.


10. K: Cualquier cosa que quieras añadir.

D.T.: Sobre todo quiero preguntar algo a los lectores españoles. Tengo mucha curiosidad por saber cómo se recibe allí el poemario. Hace bastante tiempo ya, pero cuando estaba en la universidad, también estudié español durante tres años. Si has leído el poemario y quieres mandarme un e-mail, estaré encantado. 



domingo, 22 de mayo de 2016

Vídeo de bianca blues, de David Troch

Como ya anuncié hace poco, el poemario bianca blues, David Troch (Ed. Kokapeli, 2016) ya está disponible en las principales plataformas de venta de libro electrónico: Amazon, Lektu, Fnac... También puede pedirse en papel bajo demanda.

Y hoy, por fin, para que os hagáis una idea de su contenido y decidir si os gusta, os puedo dejar el vídeo completo que acompaña al libro, con la interpretación de siete poemas.

https://www.youtube.com/watch?v=jTJINJswlj4 


miércoles, 13 de abril de 2016

Pilar Adón, Ana Blandiana y Natalia Ginzburg



Pueblo pequeño, infierno grande
(Aviso: no es un comentario literario)

Se anda escribiendo mucho últimamente sobre el tema del regreso al ámbito rural, idealizado como la vuelta a un refugio donde se hallará la paz, lo auténtico, el contacto con la tierra, la redención del ser humano..., y que, sin embargo, la mayoría de las veces, acaba muy malamente. Lo pensaba el otro día en la presentación de Las efímeras, de Pilar Adón.

La pequeña comunidad, aislada, obligada a convivir a diario, parece ser un proyecto condenado al fracaso. Hay mil ejemplos en la literatura y yo tengo un ejemplo real delante de mis narices; en el pueblo de unos veinte habitantes donde hemos alquilado una casa para el fin de semana, hay al menos tres bandos que, no sólo no se dirigen la palabra, sino que se hacen la vida imposible en cuanto tienen ocasión. Me costaba entenderlo al principio porque, conociendo a sus habitantes uno a uno, todos resultan ser personas majas, generosas (¡incluso, oh, cielos: lectores de poesía!), que enseguida te invitan a cenar a su casa o te regalan nueces, acelgas, leche... Y todavía se me hacía más difícil comprenderlo teniendo en cuenta que, prácticamente, todos son familia.
Pensé que era cosa de la gente de allí, de su carácter fuerte y orgulloso. Pero luego, me acordé de aquel refrán que me comentó un amigo nada más coger la casa allí, y que desprecié de inmediato: “Pueblo pequeño, infierno grande”. Lo cierto es que, si existe un dicho popular respecto a algo, es porque, cuando menos, no se trata de un hecho aislado. Hablando con otra gente de pueblo, compruebo que, efectivamente, estas sociedades pequeñas, enfrentadas, son de lo más habituales y se dan en todas partes. Vamos, que no se trata de una cuestión de un carácter particular vinculado a una determinada geografía.
¿Cuál es el problema entonces? Muchas veces, como digo, la cuestión se ventila con una frase tipo: “Es que la gente de pueblo es así”. Es decir, la gente de pueblo es distinta a nosotros, los de ciudad. Tienen unas características diferentes, son más brutos o más primarios... En definitiva, lo que pensé yo al principio; que la gente de Tierra Estella (en este caso) tenía muy mal genio, que eran muy “rabudos” como decía mi abuela, que también era de esa zona. Pero esto no se sostiene a nada que lo tratas de defender mínimamente, claro.

Entonces empecé a pensar cómo nos relacionamos nosotros en la ciudad, cómo convivimos con nuestros vecinos más próximos, cómo reaccionamos cuando surge un conflicto con una persona, bien sea un familiar, un amigo, o un desconocido. Y pensé en gente que considero cívica, tranquila, educada y, como dicen los ingleses, easy going; de trato fácil. Bien, incluso esas personas, entre las que me incluyo (más que nada porque soy de las que huyen de los conflictos, sin que esto me parezca de por sí una virtud), tienen encontronazos de vez en cuando, y por lo general, la cosa se soluciona con dos herramientas aparentemente muy sencillas: tiempo y espacio.
Por ejemplo, a veces me asombro cuando algunas de mis amigas más “pacíficas” me dicen: “No, a ese café no, que no entro desde que...”. Y entonces nos vamos a otro bar, a otra librería o a otra tienda de ropa. A veces ese veto dura unos meses, otras unos años, y a veces es para siempre. Yo también tengo alguno de esos lugares prohibidos porque la dependienta, por ejemplo, me trató con una bordería impresionante. Pero la solución, como vemos, es muy sencilla y nos exige bien poco: no tenemos más que ir a la tienda de al lado: dejar espacio primero y que pase el tiempo (él solito), después. Podemos evitar el enfrentamiento (el volver a tenerlo, quiero decir). No requiere de una inteligencia emocional o altura moral que digamos, extraordinarias. Lo mismo si tienes un problema con el vecino del 6ºC: basta con evitarlo en el ascensor. Hay que andar con un poco más de ojo, pero bueno, se puede manejar, (otra cosa son ya las reuniones vecinales). O incluso si tienes una discusión con un familiar puedes dejar de llamarle durante un tiempo hasta que las aguas vuelven a su cauce por sí solas.
Total que, muchos de los roces habituales no los solucionamos nosotros, sino que se los encasquetamos a nuestro particular Señor Lobo para que se ocupe del marrón. Se trata, en este caso, del señor Espacio-Tiempo. Agente que nos parece tan gratuito y normal como el aire que respiramos. Pero resulta que también es un lujo. No todo el mundo lo tiene, no todo el mundo goza de la oportunidad de contratar sus servicios.

Volvamos al pueblo de veinte habitantes donde no hay más que una tienda, una sociedad y una plaza. ¿Qué pasa si tienes una enganchada tremenda con el dependiente del ultramarinos? ¿Dejas de comprar pan, leche, huevos, durante una semana? ¿Conduces todos los días 30 km de ida y 30 de vuelta para ir al supermercado más cercano? ¿Y qué pasa si discutes con el vecino de la casa de enfrente? ¿Dónde te escondes? ¿Dejas de ir el domingo a la sociedad a ver el fútbol y tomarte un vinito con los parroquianos para no coincidir con él? En definitiva, ¿qué te queda, terminar recluido en tu casa?
Cuando nos enfadamos, necesitamos un tiempo y un espacio para que esos nubarrones se disuelvan. Hasta que la sangre no se enfría, es difícil razonar, calmarse, echar marcha atrás, pedir perdón o hablar sobre el asunto con tranquilidad. Pero en este entorno, te vas enfadado a tu casa por la mañana porque has discutido con Fulanito, y esa misma tarde, coincides con Fulanito en la plaza, y le echas una mirada asesina, y él te la devuelve, y camino a casa, la bici de uno de sus hijos está tirada delante de tu puerta, y tú, refunfuñando un “lo que faltaba”, la tiras a un lado del camino y la bici cae en la acequia y se mancha de barro, y Fulanito que vuelve detrás de ti, ve lo que acabas de hacer y dice que le has torcido el manillar, y tú dices que no se pase, que eso ya estaba así... Y comienza a generarse una bola de estiércol que crece a toda prisa porque aquí la línea que forman los ejes tiempo y espacio no generan una cuesta arriba, no; componen una pendiente inclinada por la que la bola se precipita a toda velocidad haciéndose imparable.
Y luego vendrán los partidarios (porque a ver de qué vas a hablar si no). La familia de Fulanito, sus amigos se indignarán cuando éste les cuente lo sucedido, y lo mismo harán los tuyos ante tu versión de los hechos. Y probablemente será el momento en que afloren todas las rencillas guardadas: “Sí -dirá uno-, es que los críos del Fulanito van dejando sus trastos por ahí tirados como si el pueblo fuera suyo. Estoy harto de bajarme del tractor a quitar del medio sus patinetes”.
En fin, etc, etc. Y esto si hablamos de un roce pequeño. Pensemos en la magnitud de la tragedia cuando el conflicto es más serio, cuando se trata de un enfrentamiento por lindes, terrenos...; por todas esas cuestiones legales típicas del mundo rural. Os asombraría saber la de denuncias que puede acumular cada uno de los inocentes habitantes...

Llega un momento en que la mierda acumulada es tanta que el pueblo se sustenta ya sobre una auténtica fosa séptica. Si tratas de arrancar una de esas raíces ponzoñosas, el problema es que no emerge ella sola: arrastra metros y metros de la maraña podrida, y es posible que los cimientos se desestabilicen y se produzca un hundimiento irreversible.

Y esto, me pregunto, ¿es siempre así? Cuando estoy a punto de afirmarlo, viene la puñetera literatura a echar por tierra mis conclusiones facilonas. Recuerdo, por ejemplo, el cuento basado en hechos reales, Proyectos del pasado, de Ana Blandiana, que relata la convivencia de unas cuantas personas (familiares y amigos íntimos) que son desterradas a un lugar en medio de la nada por motivos políticos. Esta gente, en unas condiciones extremas (son deportadas durante la celebración de una boda pudiéndose llevar justo lo puesto), consiguen formar una comunidad sólida, solidaria. Tanto es así que, muchos años después, alguno de los supervivientes casi se avergüenza de recordar aquella época con un deje de nostalgia.


También me vino a la cabeza el relato autobiográfico de Natalia Ginzburg, Invierno en los Abruzos, que guarda algunas similitudes con el de Blandiana: la autora y sus hijos, también por cuestiones políticas, son obligados a abandonar Roma para refugiarse en un pequeño pueblo de esta región. También allí las condiciones serán muy difíciles, física y psicológicamente, pero, al igual que en el cuento de la rumana, esta etapa será recordada con cariño pasado el tiempo.

Esta convivencia armónica del grupo aislado ¿es debida en el caso de Blandiana a que se trata de una imposición externa? ¿Somos más solidarios cuando estamos unidos frente a un enemigo común? ¿Son más fácilmente perdonables nuestras afrentas? Podríamos pensar también en la unión frente a unas condiciones de vida extremas, pero creo que, sin ese enemigo común, éstas (como en el caso de Las efímeras, donde la Naturaleza es una fuerza brutal y destructiva), no serían concluyentes (no mientras no fueran definitivamente apocalípticas).

El caso de Ginzburg es diferente, esa comunidad no es homogénea, ella es la intrusa, la que llega de fuera para implantarse en un grupo ya formado: allí su lucha, el enemigo, no es el de todos (aunque puedan simpatizar), es una lucha individual. En este caso son las duras condiciones de vida las que la equiparan con el resto de habitantes. Pero decíamos que esto no era suficiente para conseguir armar una convivencia feliz. Entonces, lo diferente aquí es precisamente esa procedencia, y resulta que eso sí me es fácil entenderlo. Salvando las distancias, a la autora italiana le ocurre como a nosotros en nuestro pequeño pueblo de “acogida”. Nosotros somos los nuevos, el aire fresco -e imparcial-, que llega de fuera, sin contaminar. Todo el mundo nos trata bien. Somos ese espacio en blanco, sin memoria, que no tienen con el resto. Contrariamente a lo que suele pensarse, los de fuera suelen ser muy bien recibidos (aunque sea con mucha cautela) en un pueblo realmente pequeño. Hablo de cuando saben que vas a formar parte de la comunidad (no estás de visita un fin de semana), y cuando saben también, y esto es importante, que acabarás marchándote porque aquél no es tu verdadero hogar. Entonces tu casa, tu espacio, tú mismo te presentas como una oportunidad para salir, por un rato al menos, del círculo asfixiante y enrarecido.


Eso podría ser parte de la explicación en estos casos excepcionales, pero, ¿no tendrá que ver también el hecho de que ambas historias están contadas desde una distancia considerable? ¿No habrá cierta idealización? Creo que incluso en ambos cuentos se comenta esta posibilidad. ¿Serían los relatos diferentes si hubieran sido contados desde el presente o si la convivencia se hubiera perpetuado de por vida? Es muy probable que sí, por tanto, no sé ya qué pensar... ¿No hay salvación posible para estas pequeñas sociedades humanas?

Estoy de nuevo a punto de confirmarlo, cuando de pronto mi pensamiento da un salto y me trae esta idea. ¿Y entonces qué ocurre en esas pequeñas tribus amazónicas o africanas, por ejemplo, donde casi todos están emparentados y que viven toda su vida aislados de otros grupos? Se les suele ver bastante felices en los documentales de la 2..., al menos, no han terminado matándose los unos a los otros tras cientos de generaciones soportándose... ¿O sí? ¿tal vez también existan sus particulares Puerto Hurraco y las tribus que hoy sobreviven son el resultado de un proceso evolutivo donde han sobrevivido sólo las que han sabido encontrar el secreto de la convivencia en armonía?
¡Un antropólogo, por favor!
En fin, creo que es mejor dejar esa vía, pues creo que estos grupos tan culturalmente alejados no son equiparables y no me van a servir para aportar respuestas (quizá sí estaría bien estudiarlo en otro momento para buscar soluciones).

A raíz de mi interés en este tema, me comentan la existencia de gente que se dedica profesionalmente a resolver conflictos de esta índole. Son mediadores que acuden a estos lugares para hacer un poco de rey Salomón. Me cuentan el caso de un pueblo de Vizcaya donde la población estaba muy dividida por motivo de unas fiestas algo polémicas por el contenido de una de sus tradiciones. El mediador fue, se entrevistó con unos y con otros, y finalmente logró un acuerdo común.

Me pregunto qué haría este pobre mediador en mi pueblo. Porque como digo, en estos microcosmos la cosa está ya muy envenenada y es muy profunda, es como una Hidra a la que crecen cabezas cada día. No es lo mismo que resolver un problema puntual. Me temo que el tipo tendría que quedarse a vivir allí, quizá acabaría apedreado, o desquiciado...

Pienso muchas veces, mientras paseo por los alrededores del pueblo, en qué solución podría tener este conflicto, y nunca llego a nada que vaya más allá del parche temporal. Que entre gente nueva es desde luego algo positivo porque aportan nuevos espacios, nuevas burbujas de oxígeno (lo de regenerar el mundo rural también podría entenderse desde esa perspectiva), pero no son la solución definitiva. La solución definitiva sería tener otra panadería, otro bar, otra plaza, más calles por las que pasear, más gente con la que hablar... Vaya… acabo de convertir mi  pueblo en una ciudad.