Blog de Regina Salcedo Irurzun

sábado, 22 de julio de 2023

Malú Urriola, la poeta que todos merecemos



Descansa en paz, Malú Urriola, tremenda poeta chilena que ha muerto demasiado pronto. 

Suerte que nunca será tarde para conocerte.

Espero que su obra se publique en breve en España, en las condiciones que una escritora de su talla merece, que todos merecemos para poder disfrutar (con el hondo desgarro que implica) plenamente de ella.

Hija de perra

Afuera daba vueltas un farol rojo y el letrero se caía a pedazos como de boite de mala muerte, como si fuésemos a estrellarnos contra la muerte, el hombre sacó una pequeña llave. Ladraban los perros, y el hombre nos condujo hasta un cuartucho que no volveríamos a ver, encendimos la tv y unos porros, luego me fumé un cigarro detrás de otro, uno detrás de otro y te contemplé hablar y hablamos del cuartucho, de la cojera del hombre, nuestra propia cojera, de la noche que corría con una prisa extraña, las nubes pasaban rápidas, azulosas, violáceas, como golpes de la vida, como si nos fuésemos a golpear contra la vida, el hombre trajo dos cafés que se enfriaron sobre el velador, en un rincón del cuarto quedaban los restos de una fiesta que otros dejaron, qué ganas de tomarme un trago, te dije, tú te acercaste lentamente, al contrario de las nubes, al contrario de la noche que corría aprisa, al contrario de los perros que no dejaban de ladrar, de vez en cuando se callaban, y se callaban hasta que las luces de un automóvil se estrellaba contra los vidrios y encendía el cuartucho que dejaba ver tu cuerpo y luego venían las sombras que te cubrían, lejos de casa, tan lejos de casa y en la radio con las pilas medio muertas la Janis cantaba bye, bye, baby.


                                                                                        Editorial Cuarto propio, 1998. / Editorial Surada 2001.

lunes, 17 de julio de 2023

"La Poesía Débil", por Regina Salcedo


Efímero manifiesto sobre la «Poesía débil»
(Una corriente literaria más corriente que nunca y que otra cosa)
por Regina Salcedo






1. Poesía subversiva: La poesía débil reivindica lo inútil en un mundo obsesionado con la productividad. Se opone a la idea de que la poesía debe tener un propósito definido y «servir» para algo, y defiende la exploración creativa sin restricciones. Reconoce que la poesía no tiene un fin práctico o utilitario en el sentido convencional, pero afirma que esta falta de utilidad (que no de validez) es precisamente lo que la hace subversiva en una sociedad obsesionada con los resultados cuantificables y rentables.

Las poetas débiles estamos hasta el moño de contestar la recurrente pregunta de para qué sirve la poesía y nos negaremos a responderla en adelante.

2. Reivindicación del intento y el fracaso: La poesía débil reconoce que no se puede acceder al objeto (al otro) sin interpretarlo, sin contaminarlo con nuestra subjetividad, siempre habrá una otredad inaccesible que se nos escapará de las manos. Esto convierte la escritura en un movimiento constante, en un vano pero apasionante intento de aproximarse a lo inalcanzable e imposible.
Vamos, que aquí se viene a jugar.

3. El concepto del yo débil se refiere a la noción de un yo que no se identifica y confunde con sus pensamientos o creencias, que no construye con ellos un bunker que deba quedarse a defender como un obediente y orgulloso soldadito. La identidad débil entiende la naturaleza cambiante y evolutiva de la comprensión humana. Reconoce que nuestras ideas y opiniones pueden estar sujetas a revisión y modificación a medida que adquirimos nuevas experiencias y conocimientos. También se suma a la idea del narrativismo (que apuesta por la discontinuidad del ser: somos lo que nos contamos que vamos siendo) frente al esencialismo (que aboga por una esencia pura y permanente).

El yo débil se caracteriza por no temer la deconstrucción continuada, el cambio de parecer y el estar abierto a diferentes perspectivas y puntos de vista (ojo: no confundir con el interesado chaqueteo o el borreguismo). Esta flexibilidad mental le permite adaptarse y prosperar como un alucinante tardígrado. Al abrazar la incertidumbre y aceptar la posibilidad de estar equivocado, el yo débil fomenta un fuerte sentido de humildad intelectual y humana.

Al liberarse de la necesidad de ser siempre correcto, coherente o tener respuestas definitivas, el yo débil se permite explorar nuevos territorios y enfoques. Al abrazar la vulnerabilidad intelectual y la fluidez de las ideas y la personalidad, se promueve una mayor libertad y un enriquecedor desarrollo.
Por decirlo de una manera clara: nos la suda un poco todo, en su justa medida.

4. El pensamiento débil: La poesía débil se inspira en el concepto de «pensamiento débil» del filósofo Gianni Vattimo. No se trata de un pensamiento sin peso, criterio ni ética, sino de un pensamiento que no busca la permanencia ni la verdad absoluta. Se aleja de las afirmaciones categóricas y se abre a la flexibilidad, la adaptación y la pluralidad de perspectivas. Es un pensamiento anti metafísico, donde el ser es evento y apertura. Más que de un creer en algo, se habla de un creer que se cree.
Reformulamos el dicho y exclamamos: «¡Creer para creer!».

5. Ironía y libertad: La ironía es una característica fundamental de la poesía débil. A través de la ironía, se permite la convivencia de la aporía, la paradoja y la imperfección. La poesía débil es capaz de reírse de sí misma para tomar distancia y librarse de una solemnidad excesiva, lo que la hace más libre y honesta en su expresión.
También te permite decir, si la has cagado mucho, que todo era broma.

6. Recuperar el sentimiento del misterio: La poesía débil goza con la experiencia del misterio que aparece de pronto en nuestras vidas para zarandearnos y dejarnos boquiabiertos. Anhela creer en lo imposible, en lo indemostrable y en lo que nos excede. ¡Qué mundo tan aburrido aquel en el que todo ha sido ya descubierto y cartografiado!
Nos metemos el I want to belive directamente en vena.

7. Aproximación intuitiva: La poesía débil también se adentra sin miedo en el territorio de la intuición, que puede llamar nuestra atención con imágenes, palabras sueltas o incluso con un fuerte retortijón de tripas (las vísceras también albergan sabiduría). Reconoce que, a veces, sólo a través de sus sigilosos pasos podemos acercarnos (hasta una prudencial distancia) a los aspectos esquivos y extraños de la realidad, sin espantarlos.
La intuición es una inteligencia anárquica y holística que trabaja sin que la percibamos, a oscuras y en silencio, como un invisible poeta, y que, de vez en cuando, nos cuela un misterioso y luminoso papelito por debajo de la puerta.
¿La intuición?, lo mejor, como Portugal.

8. Los límites del lenguaje: La poesía débil es consciente de las limitaciones del lenguaje. Como dice Derrida: «No hay nada fuera del texto». Reconoce que el lenguaje nos construye, nos delimita y nos convierte en seres narrativos y narrados (la identidad, entonces, se vuelve una cuestión hermenéutica). La imposibilidad del lenguaje de comunicar y expresar de forma eficaz y precisa lo que queremos es, por otra parte, la razón de que exista la poesía. Así que podemos verlo como algo inspirador y positivo.
Vaya, que si la vida nos da pistachos blindados, los usaremos como tantos para jugar al mus con ella.

9. La mediocridad como potencia: La poesía débil reevalúa el concepto de mediocridad y lo abraza como una forma de potencia creativa y una manera de estar en el mundo sin complicarse o complicarle a nadie la existencia. Reconoce que la obsesión por la excelencia y la búsqueda de la originalidad (con el único afán de destacar sobre los demás) pueden limitar la libertad y la autenticidad del poeta, por no hablar de la ansiedad que esto conlleva. En cambio, la mediocridad se convierte en una posición valiente que desafía los estándares establecidos y permite la exploración sin miedo al fracaso (y replantearse, de paso, qué significa para cada uno de nosotros eso de fracasar). La poesía débil celebra lo cotidiano, lo común, lo invisibilizado, lo periférico y lo aparentemente insignificante como fuentes de inspiración e indagación legítimas, desafiando la jerarquía de valores impuesta por la sociedad.
Nos anima a apreciar el término singular en su justa y correcta medida.
Quizás nos iría mejor si no nos creyéramos todos tan especialitos: ¡Ni una ponzoñosa frase motivacional más!

10. La valoración de la contradicción en la poesía débil se encuentra en consonancia con algunos principios fundamentales de la física cuántica, que también abordan la coexistencia de estados aparentemente contradictorios. En la física cuántica, el principio de superposición establece que una partícula puede existir en múltiples estados simultáneamente, lo que implica la coexistencia de posibilidades aparentemente opuestas. De manera similar, la poesía débil encuentra valor en la coexistencia de ideas y emociones contradictorias, reconociendo que estas tensiones pueden dar lugar a una comprensión más profunda y rica de la experiencia humana. Las nociones cuánticas de limitaciones y ambigüedad se consideran fuentes de belleza y significado. La poesía débil, como la física cuántica, invita a explorar la ambigüedad, la incertidumbre y la multiplicidad de significados. Siguiendo con Derrida: hay que conectar con la contradicción porque es lo que demuestra que todo orden es político, y eso nos brinda libertad.

A ver quién es el guapo que nos rebate nada ahora…

11. Grupos sí, pero no, gracias: la poesía débil huye de las asociaciones y grupos establecidos de escritores (y más de los que se reúnen regularmente y tienen órdenes del día, actas y todas esas milongas). Escribía Mario Levrero: «Todo grupo, especialmente en arte, suena justamente a grupo». Los grupos tienden a echar raíces, a hacerse fuertes y sólidos a base de estamentos y normas, por no mencionar la lucha de egos y el engorde de vanidades que agarran en ellos como grasa en baldosa de cocina. Todo esto, obviamente, es algo que atenta contra la leve esencia de la poesía débil. Las poetas débiles nos juntamos, de manera esporádica, para compartir un fugaz momento de intimidad, para realizar, quizás, algún acto poético, inútil e intrascendente, donde el protagonismo recae en la obra y no en el individuo. La mayor parte del tiempo nos mantenemos conectados pero separados (para que corra el aire), igual que un tejido subterráneo de micorrizas. Nada de colmenas ni hormigueros jerarquizados y bien ordenaditos.
Citando al Marx que más nos gusta: «Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como miembro a alguien como yo».

12. El lector de poesía débil no se acerca a la poesía como si ésta fuera una adivinanza con una única respuesta que deba descifrar. No anhela llegar al final del poema para poder gritar exultante: ¡La gallina!
La poesía no es un examen que debas aprobar. Si un poemario no te dice nada (ya puede ser del más ilustre de los ilustres), basta con que lo dejes y busques otro autor. No hay UNA sola Poesía, hay tantas Poesías como poetas. Abandonar o despreciar este género porque no te ha gustado un libro es como dejar de ir al cine porque no te ha gustado una película. Aunque tampoco es un drama si no te gustan ni el cine ni la literatura.

La lectora débil no lee con las ideas de fracaso y/o vergüenza agazapadas en su mente. Acepta que no hay por qué entenderlo todo, es más, incluso disfruta con ese poso de misterio desafiante, de ininteligibilidad que se le queda entre los dientes y que invita a la relectura infinita. La poesía es algo más que un mensaje inequívoco que se agota en sí mismo: es un tono, una atmósfera, una sensación, una pregunta, una senda de animales que se aventura en el bosque, una huella en el fondo, a punto de borrarse.
El lector de poesía débil no lee para demostrar lo culto e inteligente que es, ni para aprender algo y hacerse más listo, ni para nada en concreto. La lectora débil simplemente permite que el poema irrumpa libremente, y luego ya verá qué demonios hace o no hace con todo eso.
Si, como Manuel Vilas, piensas que en la poesía no hay lugar para lo incomprensible y que el único poeta contemporáneo que se salva es Gil de Biedma, mejor ve a leer un manual de instrucciones sobre cómo montar una escoba. Eso da mucha paz y, a nosotras, cómo no, nos parece estupendo.



En resumen, a partir de lo expuesto, podemos concluir que todo lo mencionado posee una validez puntual y efímera, dado que la realidad (y nosotros mismos) es fluida y cambiante, y que nuestras percepciones y verdades están limitadas por nuestra comprensión actual. Por lo tanto, es esencial reconocer la transitoriedad de este manifiesto y saber que nadie morirá defendiéndolo. Como mucho, nos pondremos un poco pelmas y te comeremos la oreja durante un rato.