Blog de Regina Salcedo Irurzun

jueves, 8 de abril de 2021

Entrevista sobre el poemario "Lo que dejamos fuera", por Nerea Aguado

 

Entrevista a Regina Salcedo sobre el poemario: “LO QUE DEJAMOS FUERA”

 

Por Nerea Aguado

 



 

-          Cuéntanos de dónde surge la idea de este libro.

Surgió hace unos cuatro años, durante un verano en el que estaba en el pueblo. Me gusta salir a pasear y sacar fotos. Empecé entonces a preguntarme por qué, sin darme cuenta, siempre me llamaban la atención las mismas cosas: insectos, flores, piedras, caracoles, musgos, líquenes, texturas y paisajes naturales y muy, muy pocos humanos… Esto me llevó a pensar en la manera condicionada, automatizada, que tenemos de mirar el mundo y cómo la fotografía «consciente» puede ser una herramienta para desmontar y cambiar esa mirada, para detectar nuestros prejuicios, filias y fobias. Pensé también que quizás lo que dejo fuera de mis fotos pudiera decir más sobre mí que lo que fotografío, pues esta es la parte conocida, mi zona de confort, digamos. Ese fue el punto de partida, pero pronto surgieron más preguntas, nuevos temas, y por eso pensé que sería interesante, dado que yo no tengo ninguna experiencia en este arte, consultar a fotógrafas profesionales, pues ellas, seguramente, sí que habrían realizado esa tarea de reflexión y análisis. Y realmente fue muy interesante hablar con ellas.

 

-          ¿Por qué crees que le ha costado tanto encontrar editorial?

El primer editor al que conté mi proyecto (jubilado, con una larga experiencia)  me dijo: «Has hecho un más difícil todavía, has juntado la hermana pobre de la literatura; la poesía, con la otra hermana más pobre; la fotografía». Tenía toda la razón. Fue misión imposible. Muchas editoriales me contestaron que les gustaba mucho el proyecto, pero que no estaba dentro de sus posibilidades.

 

-          ¿Te llegaste a plantear la autoedición?

Estaba esperando que me tocase la lotería.

 

-          Sabemos que podemos encontrar a las fotógrafas de muchas maneras, incluso has hecho un blog con las entrevistas, pero este sigue siendo un libro sobre fotografía sin fotografías, ¿originalidad, precariedad u oculta otro motivo?

Como decía antes, lo que me llevó a buscar a estas fotógrafas fue el deseo de conocer sus reflexiones sobre su trabajo, es decir, su poética más que su obra en sí. De hecho, los poemas no nacen de sus fotos, sino de sus palabras. Lo que ocurre es que, durante las entrevistas que les hice, ellas acompañaron algunas de sus respuestas con fotografías, a modo de ejemplo de lo que explicaban.  Por eso, en este caso, ese soporte gráfico no es el punto de partida (como ocurre en otros muchos libros de poesía y fotografía). Esto es algo distinto que no sé si se ha hecho alguna vez.  Mi idea no fue buscar algo original, sino que surgió espontáneamente de una necesidad intelectual. Por eso, también, prescindir finalmente de las fotografías no resta nada esencial al poemario, puede entenderse y sentirse sin su presencia. El peso no recae en ellas. Aunque animo a la gente a ver en el blog las entrevistas completas con la parte gráfica, pues sin duda es un extra de lo más interesante, y las fotografías son muy buenas y no necesitan de ninguna palabra para contar por sí mismas.

 

-         Clarice Lispector: «Solamente en la fotografía, al revelar el negativo, se revelaba algo que, fuera de mi alcance, era alcanzado por la instantánea: al revelar el negativo también se revelaba mi presencia de ectoplasma.»

¿Es la fotografía el retrato de un  hueco, de una ausencia, de una falta?

Cuando pregunto a las fotógrafas si hay alma en las fotografías,  Valentina Siniego dice: «sí, en cada una de las fotografías y en todas en conjunto: la del fotógrafo». Estoy de acuerda con ella y creo que es de lo que habla Lispector en esa cita. Aparte de que pueda o no captarse algo intangible en la foto, desde luego, lo que siempre está allí presente de manera invisible es el fotógrafo, su mirada y, por tanto, su identidad, alma o como queramos llamarlo. En ese sentido, yo no hablaría de hueco o ausencia, sino como digo, de una presencia invisible pero fundamental, pues es la que ha seleccionado, manipulado (en menor o mayor grado) y dirigido su voluntad para detener el tiempo y el mundo y crear una realidad diferente. Esa selección, esa decisión (esa fotografía) nos habla en dos direcciones: lo que muestra en ella directamente (lo que vemos) y lo que nos cuenta de su autor. Ocurre lo mismo en la escritura. Si contemplamos la obra completa de un autor podemos saber bastante (por los temas que ha elegido y por cómo los trata) sobre sus inquietudes, obsesiones, ideas e ideologías… Pero, ojo, esto hay que cogerlo con pinzas y tener también en cuenta que tanto un libro como una fotografía son al final una ficción, una construcción. Hay una relación entre artista y obra, pero la obra no es el autor ni mucho menos. No caigamos en ese viejo error.

Volviendo a tu pregunta de si la fotografía es el retrato de una falta o ausencia, bueno, añadiría que no es solo eso, pero evidentemente, siempre es una selección y eso implica que estamos dejando fuera muchas cosas. Decía Rilke que elegir es limitar el horizonte, o sea, dejar fuera todo lo demás.  Puede ser que una foto decida mostrar una ausencia concreta; una silla vacía, un armario con perchas sin ropa… Pero también puede decidir mostrar lo contrario o algo totalmente distinto.

 

-          ¿Tiene que ver algo con lo que intentas transmitir en este libro? ¿Qué intentas transmitir?

       Bueno, el título del libro hace referencia a eso, por tanto la ausencia (más bien lo descartado) es una parte sobre la que trato de reflexionar, pero no lo único.  Cuando lo estaba escribiendo no buscaba transmitir nada en concreto, era una búsqueda personal, una manera de pensar, de indagar y, al final, no creo que haya llegado a responder demasiado. Si te fijas, el poemario está lleno de preguntas y de meditaciones no conclusivas, no hay nada o casi nada cerrado. Sí que me gustaría conseguir, ahora que he terminado el poemario, que el libro animase a los lectores a cuestionarse todas estas cosas e incluso a plantearse nuevos interrogantes.

 

-          Jugar con el componente visual de los poemas es algo que te gusta hacer, algo totalmente justificado cuando hablamos de poesías sobre fotografía. ¿Un poema no recitable sigue siendo un poema? ¿Qué buscas dibujar / fotografiar con tus poemas? ¿Son los espacios tu manera de «dejar fuera»?

Mi poesía es muy visual porque mi manera de pensar también lo es.  Antes de desarrollar una idea, muchas veces, veo una imagen en mi cabeza. Estas imágenes surgen de forma espontánea, pues creo que es la forma de pensar natural, primigenia que tiene el cerebro.  Es un pensamiento pre lógico y anterior al lenguaje.  El pensamiento intuitivo, sentimental o incluso visceral, ese con el que el subconsciente construye los sueños. Por eso creo que está tan unido a la poesía.

Un poema puede ser no recitable, claro (hablo de ser leído en alto).  Porque la poesía no está solo en el papel. Hay objetos poéticos. A mí, de hecho, no me gusta que me lean en alto (a no ser que el poema esté concebido conscientemente para ser oral, como, por ejemplo, muchos poemas de Lola Nieto o Blanca Morel donde la voz, los sonidos, son parte fundamental de ellos). Si no es el caso, para mí es como si alguien me comentara una foto y entonces esta me llegase con un extra, con el añadido del intermediario. No hay que confundir esto con la incapacidad de recitabilidad de un poema, que vendría dada por la falta de ritmo o por una sintaxis torpe que haría fallido el texto.

En cuanto a lo que trato de dibujar, fotografiar con mis poemas, si te refieres a  la disposición gráfica en la hoja, no soy muy aficionada a los caligramas, pero sí es verdad que, a veces, una cierta disposición de las palabras o las frases puede sumar significado. Cuando esto ocurre no suelo hacerlo adrede, sino que surge de forma natural. Luego lo puedo trabajar más, pero nunca lo busco premeditadamente. Lo mismo con los espacios, para mí son respiraciones, silencios que se prolongan más allá de una coma o un punto, y creo necesario marcar. En este caso, lo que dejaría fuera sería el ruido tanto externo como interno. Hay un poema que habla de eso, dice: «Tan vital para la melodía luminosa/las cuerdas a pulsar/como el enmudecimiento concertado del resto de la orquesta».

 

-          ¿Es alguna poesía una fotografía ciega? ¿Son las fotografías poemas mudos?

Menuda pregunta… A ver, pienso que hay poemas que pueden ser más fotográficos que otros; esos que describen, por ejemplo, un paisaje, una escena, una persona. Yo  llamaría poema ciego a aquel que no ve al lector o que no ha tenido en cuenta «al otro» durante su creación y, por tanto, se vuelve como una entrada de un diario personal que no nos concierne, no nos incumbe ni conmueve porque no logra ir más allá de su ombligo y sus circunstancias. No sabe elevarse hacia lo universal, no es empático, no ve ni implica al prójimo. Serían, en mi opinión, poemas ciegos, fallidos, totalmente crípticos o irrelevantes.

En cuanto a si las fotografías son poemas mudos, pues depende de su intención, de su calidad, de lo que muestren.  Para mí una buena fotografía es como un poema sin palabras, sí, porque conmueve, interroga, sugiere, contiene una belleza o una fuerza que no se pueden explicar del todo. Pero decir que toda foto es un poema mudo sería como afirmar que todo texto que se dispone en versos también lo es. Qué fácil sería entonces, todos seríamos poetas o fotógrafos.

 

-          ¿Qué dice la obra de la artista? ¿qué la fotografía de la fotógrafa, el poema de la poeta?

Bueno, esto ya lo he comentado antes, así que no voy a repetirme. En cuanto a lo que este poemario dice de mí, no sé, creo que cada lector sacará una idea distinta, si es que le interesa hacerse una idea de mí (que no creo que tenga ningún interés ni sea el propósito de un libro). Lo importante es lo que consiga averiguar sobre sí mismo, sobre cómo somos y actuamos los humanos de hoy en día a partir de este trampolín que yo le ofrezco para meditar sobre ciertos temas.

Yo lo que averiguo, con el libro ya terminado, es que soy incapaz de contestar una sola pregunta, qué horror. Envidio a la gente con certezas sólidas. Yo, salvo alguna excepción sobre temas muy fundamentales e indiscutibles, solo acumulo dudas o, como mucho, respuestas momentáneas que, desde luego, no grabaría en piedra ni defendería a capa y espada ante nadie. Y esto me parece que no dice mucho a mi favor.

 

-         He contado palabras. Algunas. Pensaba que se repetirían más palabras como «margen» o las relacionadas con «foco”», pero las ganadoras han sido «fuera/afuera» con 10 repeticiones y las derivadas del verbo «mirar», con 25 repeticiones. Otra palabra que se repite un poco (5 veces) es la palabra memoria, que en la página 26 asocias a la luz. Es un poema que va más allá de la memoria personal y que me gusta porque olvidamos que cuando no ponemos luz a algo, lo estamos ocultando. ¿Cómo surgió?

Todos los poemas de la segunda parte surgen de las entrevistas  a las fotógrafas. En este caso a Clara Tomasini. La fotografía, lo pretenda o no, tiene la propiedad, como dice ella, de convertirse en una herramienta para la memoria, para activar zonas olvidadas o escondidas. Esto me llevó a pensar en cómo construimos esa memoria personal y colectiva a base de este material, que no se corresponde 100% con la realidad, claro, por mucho que a veces nos lo parezca. Es fácil caer en el engaño.  Por ejemplo, recuerdo un caso concreto de una foto mítica que durante años se ha elegido (y se sigue eligiendo) para simbolizar la euforia, la alegría del fin de la II G.M. Es una foto en la que un soldado americano besa a su novia en Nueva York. La composición es perfecta. Sin embargo, leí una vez (y quizá sea un bulo, pero bueno, ahora no es relevante) que la historia real de la foto es otra, que la chica no era su novia y que ese beso fue forzado, que el soldado la tomó por banda sin permiso, cosa que a ella no le gustó en absoluto. Total, que más bien es la foto de un abuso, y entonces, tomarla como celebración del fin de la guerra, de la violencia, es cuando menos irónico.

Por otro lado, esta reflexión también me hace pensar en los distintos tipos de fotografías o en los diferentes niveles de una fotografía.  Hay fotos artísticas y hay fotos testigo que tomamos con el único propósito de dejar constancia para el futuro, para tener recuerdos, decimos, porque nuestra memoria no es infinita ni precisa. Esos apoyos mágicos se convierten en disparaderos de nuestra historia, son capaces de traernos de vuelta el pasado (con sus distorsiones, sí, pero bueno, a veces lo importante no son tanto los detalles concretos como recuperar la emoción, el sentimiento que nos provocó ese momento, lugar, objeto o persona).

 

-        Precisamente esa es la palabra que gana con 27 apariciones: LUZ

La mayoría de fotógrafas la ven como el elemento imprescindible para la fotografía, ¿qué importancia tiene en tus poemas? Como palabra, como elemento, como flexo bajo el que escribir…

Para mí la luz es fundamental, más que elegir entre calor o  frío, entre monte o playa, pueblo o ciudad, mi decisión crucial sería entre luz u oscuridad.  Yo podría vivir en cualquier clima o paisaje siempre que hubiese bien de luz, si me llevas a un sitio oscuro, me matas. No podría vivir en esos países nórdicos donde oscurece a las tres de la tarde, por muy bellos que sean. No me extraña que mucha gente se suicide en esos lugares. Recuerdo cuánto me impactó leer El elogio de las sombras, de Tanizaki, hay en él todo un aprendizaje que me falta al respecto. Esa tendencia hacia la luz se ve en mis fotos claramente y, de hecho, en el poemario original en el que había metido también algunas fotos mías, las primeras correspondían a una serie que se llamaba Gato pasmado. Eran unas fotos de una pelotita de plástico transparente iluminada por un rayo de sol, que proyectaba su reflejo en una mesa de madera pulida. Recuerdo que cuando me levanté, estando en el pueblo, y descubrí ese espectáculo en mi cocina me quedé embobada contemplándola. Corrí a por la cámara y le saqué mil fotos, como un gato pasmado por un reflejo de sol… En mí también es algo natural, instintivo. Supongo que tiene mucho que ver con mi miedo a la parte oscura, siniestra del mundo. Una de mis pesadillas recurrentes de mi infancia transcurría en un bosque en el que, de pronto, a traición, se hacía de noche.

Hablar con las fotógrafas me hizo consciente de que, al final, la fotografía se reduce a eso: luz y tiempo, es escribir con luz, como dice Clara Tomasini, y eso a mí me parece algo mágico y bello.

En cuanto a la luz en mi escritura, ya no sé qué decirte, paradójicamente me han dicho muchas veces que es bastante oscura y hermética… aunque no creo que este poemario en concreto lo sea.



-          Elige varias palabras para definir a cada fotógrafa.

1.      Clara Tomasini (La Ilusionista): luz, tiempo, realidad, crear.

2.      Verónica Vicente (La nómada invisible): espacios, fisuras, contexto, desvelarse.

3.      Valentina Siniego (La creadora de multiversos): lenguaje, juego, posibilidad, el otro .

4.      Izaskun Gracia (La médium de los pequeños dioses): historia, contar, tiempo (momento), gente/personas.

5.      Uxue Juárez (La mirada poética): transmitir, pensar, paisaje, espacio.

6.      Elba Martínez (La narradora): realidad, yo, el otro, historia, continuidad.

 

-          ¿Por qué han sido seis? ¿Por qué estás seis? ¿Qué las une?

Son seis porque son las que me interesaba entrevistar. No es que decidiese un número a priori. Primero elegí a las que no conocía personalmente: Clara, Verónica, Valentina y Elba (a Elba la conocía pero muy superficialmente entonces). Las elegí porque me gustaba su trabajo, sin más, y porque cada una me parecía muy diferente. A Verónica, Valentina y Clara las conocí a través de la poesía, porque habían hecho las portadas de una editorial que me parece muy interesante: Kriller 71 (eso es un nexo de unión, pero no fue algo buscado). Las descubrí allí y las investigué, vi que tenían obras sólidas, muy sugerentes e inteligentes. Después, recordé que también tenía amigas fotógrafas y poetas, Uxue e Izaskun, y me pareció que sería interesante ver qué pensaban ellas que compartían ambas disciplinas. Elba también escribe poesía, aunque entonces yo no lo sabía. Así que, sin proponérmelo, de manera casual, resulta que la poesía es el nexo de unión que las conecta a todas.

 

-         A muchas las conoces personalmente, los poemas ¿están libres de ese conocimiento? ¿Solo los basas en sus fotografías u opiniones o también en tu sentir hacia ellas?

Como he dicho, conocía a tres de ellas, en profundidad solo a Izaskun y Uxue.  A mí me parece que no me ha influido conocerlas personalmente porque lo cierto es que esa faceta suya de fotógrafas no era algo sobre lo que hubiésemos hablado en serio. Conocía trabajos suyos, claro, pero no los habíamos comentado a fondo. Sí que es cierto que cuando leía sus respuestas, era como estar oyéndolas hablar, y que lo que decían me parecía coherente,  podía enmarcarlo dentro de sus personalidades. En ese sentido, esto me ha ayudado a conocerlas y admirarlas todavía más. Pero eso no creo que cambiase mi forma de proceder, de trabajar los poemas.

 

-         ¿Son tanto cámara como papel máscaras tras las que ocultarnos y quedarnos / dejarnos fuera?

Creo que solo tengo autoridad para contestarte como poeta, porque como fotógrafa —que ni me atrevo a llamarme así— no dispongo de una verdadera obra meditada de la que pueda sacar conclusiones (al menos a cerca de lo que me preguntas). Como poeta diría que la escritura no es una máscara para mí, al contrario, es un intento de quitarme las máscaras y encontrar la verdad, alguna verdad sobre mí misma y también sobre lo demás, sobre el mundo, intento quitar velos y ver lo que hay debajo. Yo no me quedo fuera cuando escribo poesía (otro asunto muy distinto es cuando escribo narrativa). Pero hay que contar también con que esa verdad que puede quedar reflejada en el papel (esa especie de fotografía) habla de un momento concreto, de una parte de mí con la que igual a día de hoy ni me identifico. Como decía al principio, es verdad en tanto que es sincera, pero es también ficción, una construcción al servicio de algo mayor que se llama literatura.

 

-          La página 42 es una gran reflexión sobre las redes sociales, más allá del selfie. ¿Has encontrado respuesta a las preguntas que te haces?

       No encuentro respuestas definitivas, pero sí constato cosas, soy más consciente de ellas y por tanto puedo estar más alertar, ser más crítica, actuar de manera menos mecánica.  En este poema, en particular, sí que descubro algo sobre mí misma, al menos, me doy cuenta de que una de las razones por las que comparto por redes mi fotografía es porque quiero diferenciarme. La fotografía es, en parte, una manera de reclamar nuestra exclusividad. Saco fotos para que los demás vean que mi manera de mirar el mundo es única y, por tanto, yo también lo soy, y quiero que me lo reconozcan. Estamos enfermos de identidad. Somos yonquis de la individualidad extrema.

 

-         En el poema “Autorretrato o Selfie” de la página 53, vuelves al tema y yo te pregunto ¿qué hacemos, qué se puede hacer, qué pensar que quede fuera de internet en todos sus hilos?

Aquí el problema es, como  en todo, el exceso, la hybris de la que hablaban los griegos. Si utilizamos las redes con comedimiento, estas pueden ser herramientas útiles para comunicarnos, compartir, conocer personas con nuestros mismos intereses, crecer… Pero exigen una lucha constante para mantener el equilibrio y el ego a raya.  Las redes son como entrar en una espiral, en un agujero negro donde puedes coger impulso para avanzar, o bien rebasar el horizonte de sucesos, su punto de no retorno, y ser engullido por él. Yo estoy siempre en esa lucha. De hecho, pienso que si no fuera porque siento que tengo que estar ahí por mis libros, me daría de baja de todo.

martes, 6 de abril de 2021

Si no fuera por los lectores...

Sobre Coser una vorágine.

Hay comentarios de lectores que  no tienen precio, que son un verdadero regalo y estímulo . Así que nunca dejéis de compartir vuestra opinión, muchas veces, vuestro reconocimiento es lo único que nos anima a seguir escribiendo y a creer que merece la pena publicar. En literatura juvenil, encima de género fantástico, es muy difícil que te tengan en cuenta en los medios. Seguimos siendo literatura de tercera fila. 

De modo que, de todo corazón:

¡Gracias!