Entrevista a Regina Salcedo sobre el poemario: “LO QUE DEJAMOS FUERA”
Por Nerea Aguado
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Cuéntanos de dónde surge la idea de este libro.
Surgió hace unos cuatro años,
durante un verano en el que estaba en el pueblo. Me gusta salir a pasear y sacar
fotos. Empecé entonces a preguntarme por qué, sin darme cuenta, siempre me
llamaban la atención las mismas cosas: insectos, flores, piedras, caracoles,
musgos, líquenes, texturas y paisajes naturales y muy, muy pocos humanos… Esto
me llevó a pensar en la manera condicionada, automatizada, que tenemos de mirar
el mundo y cómo la fotografía «consciente» puede ser una herramienta para desmontar y cambiar
esa mirada, para detectar nuestros prejuicios, filias y fobias. Pensé también
que quizás lo que dejo fuera de mis fotos pudiera decir más sobre mí que lo que
fotografío, pues esta es la parte conocida, mi zona de confort, digamos. Ese
fue el punto de partida, pero pronto surgieron más preguntas, nuevos temas, y
por eso pensé que sería interesante, dado que yo no tengo ninguna experiencia
en este arte, consultar a fotógrafas profesionales, pues ellas, seguramente, sí
que habrían realizado esa tarea de reflexión y análisis. Y realmente fue muy
interesante hablar con ellas.
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¿Por qué crees que le ha costado tanto
encontrar editorial?
El primer editor al que conté
mi proyecto (jubilado, con una larga experiencia) me dijo: «Has hecho un más difícil todavía, has juntado
la hermana pobre de la literatura; la poesía, con la otra hermana más pobre; la
fotografía». Tenía toda la razón. Fue
misión imposible. Muchas editoriales me contestaron que les gustaba mucho el
proyecto, pero que no estaba dentro de sus posibilidades.
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¿Te llegaste a plantear la autoedición?
Estaba esperando que me tocase la lotería.
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Sabemos que podemos encontrar a las fotógrafas
de muchas maneras, incluso has hecho un blog con las entrevistas, pero este
sigue siendo un libro sobre fotografía sin fotografías, ¿originalidad,
precariedad u oculta otro motivo?
Como decía antes, lo que me
llevó a buscar a estas fotógrafas fue el deseo de conocer sus reflexiones sobre
su trabajo, es decir, su poética más que su obra en sí. De hecho, los poemas no
nacen de sus fotos, sino de sus palabras. Lo que ocurre es que, durante las
entrevistas que les hice, ellas acompañaron algunas de sus respuestas con
fotografías, a modo de ejemplo de lo que explicaban. Por eso, en este caso, ese soporte gráfico no
es el punto de partida (como ocurre en otros muchos libros de poesía y
fotografía). Esto es algo distinto que no sé si se ha hecho alguna vez. Mi idea no fue buscar algo original, sino que
surgió espontáneamente de una necesidad intelectual. Por eso, también,
prescindir finalmente de las fotografías no resta nada esencial al poemario,
puede entenderse y sentirse sin su presencia. El peso no recae en ellas. Aunque
animo a la gente a ver en el blog las entrevistas completas con la parte
gráfica, pues sin duda es un extra de lo más interesante, y las fotografías son
muy buenas y no necesitan de ninguna palabra para contar por sí mismas.
- Clarice Lispector: «Solamente en la fotografía, al revelar el
negativo, se revelaba algo que, fuera de mi alcance, era alcanzado por la
instantánea: al revelar el negativo también se revelaba mi presencia de
ectoplasma.»
¿Es la fotografía el retrato de un hueco, de una ausencia, de una falta?
Cuando pregunto a las
fotógrafas si hay alma en las fotografías,
Valentina Siniego dice: «sí, en cada una
de las fotografías y en todas en conjunto: la del fotógrafo». Estoy de acuerda
con ella y creo que es de lo que habla Lispector en esa cita. Aparte de que
pueda o no captarse algo intangible en la foto, desde luego, lo que siempre
está allí presente de manera invisible es el fotógrafo, su mirada y, por tanto,
su identidad, alma o como queramos llamarlo. En ese sentido, yo no hablaría de
hueco o ausencia, sino como digo, de una presencia invisible pero fundamental,
pues es la que ha seleccionado, manipulado (en menor o mayor grado) y dirigido
su voluntad para detener el tiempo y el mundo y crear una realidad diferente.
Esa selección, esa decisión (esa fotografía) nos habla en dos direcciones: lo
que muestra en ella directamente (lo que vemos) y lo que nos cuenta de su
autor. Ocurre lo mismo en la escritura. Si contemplamos la obra completa de un
autor podemos saber bastante (por los temas que ha elegido y por cómo los
trata) sobre sus inquietudes, obsesiones, ideas e ideologías… Pero, ojo, esto
hay que cogerlo con pinzas y tener también en cuenta que tanto un libro como
una fotografía son al final una ficción, una construcción. Hay una relación
entre artista y obra, pero la obra no es el autor ni mucho menos. No caigamos
en ese viejo error.
Volviendo a tu pregunta de si la
fotografía es el retrato de una falta o ausencia, bueno, añadiría que no es
solo eso, pero evidentemente, siempre es una selección y eso implica que
estamos dejando fuera muchas cosas. Decía Rilke que elegir es limitar el
horizonte, o sea, dejar fuera todo lo demás. Puede ser que una foto decida mostrar una
ausencia concreta; una silla vacía, un armario con perchas sin ropa… Pero
también puede decidir mostrar lo contrario o algo totalmente distinto.
- ¿Tiene que ver algo con lo que intentas transmitir en este libro? ¿Qué intentas transmitir?
Bueno, el título del libro hace referencia a eso, por tanto la ausencia (más bien lo descartado) es una parte sobre la que trato de reflexionar, pero no lo único. Cuando lo estaba escribiendo no buscaba transmitir nada en concreto, era una búsqueda personal, una manera de pensar, de indagar y, al final, no creo que haya llegado a responder demasiado. Si te fijas, el poemario está lleno de preguntas y de meditaciones no conclusivas, no hay nada o casi nada cerrado. Sí que me gustaría conseguir, ahora que he terminado el poemario, que el libro animase a los lectores a cuestionarse todas estas cosas e incluso a plantearse nuevos interrogantes.
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Jugar con el componente visual de los poemas es
algo que te gusta hacer, algo totalmente justificado cuando hablamos de poesías
sobre fotografía. ¿Un poema no recitable sigue siendo un poema? ¿Qué buscas
dibujar / fotografiar con tus poemas? ¿Son los espacios tu manera de «dejar fuera»?
Mi poesía es muy visual
porque mi manera de pensar también lo es.
Antes de desarrollar una idea, muchas veces, veo una imagen en mi
cabeza. Estas imágenes surgen de forma espontánea, pues creo que es la forma de
pensar natural, primigenia que tiene el cerebro. Es un pensamiento pre lógico y anterior al
lenguaje. El pensamiento intuitivo,
sentimental o incluso visceral, ese con el que el subconsciente construye los
sueños. Por eso creo que está tan unido a la poesía.
Un poema puede ser no recitable, claro (hablo de ser leído en alto). Porque la poesía no está solo en el papel. Hay objetos poéticos. A mí, de hecho, no me gusta que me lean en alto (a no ser que el poema esté concebido conscientemente para ser oral, como, por ejemplo, muchos poemas de Lola Nieto o Blanca Morel donde la voz, los sonidos, son parte fundamental de ellos). Si no es el caso, para mí es como si alguien me comentara una foto y entonces esta me llegase con un extra, con el añadido del intermediario. No hay que confundir esto con la incapacidad de recitabilidad de un poema, que vendría dada por la falta de ritmo o por una sintaxis torpe que haría fallido el texto.
En cuanto a lo que trato de dibujar, fotografiar con mis poemas, si te refieres a la disposición gráfica en la hoja, no soy muy aficionada a los caligramas, pero sí es verdad que, a veces, una cierta disposición de las palabras o las frases puede sumar significado. Cuando esto ocurre no suelo hacerlo adrede, sino que surge de forma natural. Luego lo puedo trabajar más, pero nunca lo busco premeditadamente. Lo mismo con los espacios, para mí son respiraciones, silencios que se prolongan más allá de una coma o un punto, y creo necesario marcar. En este caso, lo que dejaría fuera sería el ruido tanto externo como interno. Hay un poema que habla de eso, dice: «Tan vital para la melodía luminosa/las cuerdas a pulsar/como el enmudecimiento concertado del resto de la orquesta».
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¿Es alguna poesía una fotografía ciega? ¿Son
las fotografías poemas mudos?
Menuda pregunta… A ver,
pienso que hay poemas que pueden ser más fotográficos que otros; esos que
describen, por ejemplo, un paisaje, una escena, una persona. Yo llamaría poema ciego a aquel que no ve al
lector o que no ha tenido en cuenta «al otro» durante su creación y, por tanto, se vuelve
como una entrada de un diario personal que no nos concierne, no nos incumbe ni
conmueve porque no logra ir más allá de su ombligo y sus circunstancias. No
sabe elevarse hacia lo universal, no es empático, no ve ni implica al prójimo. Serían,
en mi opinión, poemas ciegos, fallidos, totalmente crípticos o irrelevantes.
En cuanto a si las
fotografías son poemas mudos, pues depende de su intención, de su calidad, de
lo que muestren. Para mí una buena
fotografía es como un poema sin palabras, sí, porque conmueve, interroga,
sugiere, contiene una belleza o una fuerza que no se pueden explicar del todo. Pero
decir que toda foto es un poema mudo sería como afirmar que todo texto que se
dispone en versos también lo es. Qué fácil sería entonces, todos seríamos
poetas o fotógrafos.
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¿Qué dice la obra de la artista? ¿qué la
fotografía de la fotógrafa, el poema de la poeta?
Bueno, esto ya lo he
comentado antes, así que no voy a repetirme. En cuanto a lo que este poemario
dice de mí, no sé, creo que cada lector sacará una idea distinta, si es que le
interesa hacerse una idea de mí (que no creo que tenga ningún interés ni sea el
propósito de un libro). Lo importante es lo que consiga averiguar sobre sí
mismo, sobre cómo somos y actuamos los humanos de hoy en día a partir de este
trampolín que yo le ofrezco para meditar sobre ciertos temas.
Yo lo que averiguo, con el
libro ya terminado, es que soy incapaz de contestar una sola pregunta, qué
horror. Envidio a la gente con certezas sólidas. Yo, salvo alguna excepción
sobre temas muy fundamentales e indiscutibles, solo acumulo dudas o, como
mucho, respuestas momentáneas que, desde luego, no grabaría en piedra ni defendería
a capa y espada ante nadie. Y esto me parece que no dice mucho a mi favor.
- He contado palabras. Algunas. Pensaba que se
repetirían más palabras como «margen» o las relacionadas con «foco”», pero las ganadoras han sido «fuera/afuera» con 10 repeticiones y las derivadas del verbo «mirar», con 25 repeticiones. Otra palabra que se
repite un poco (5 veces) es la palabra memoria, que en la página 26 asocias a
la luz. Es un poema que va más allá de la memoria personal y que me gusta
porque olvidamos que cuando no ponemos luz a algo, lo estamos ocultando. ¿Cómo
surgió?
Todos los poemas de la
segunda parte surgen de las entrevistas
a las fotógrafas. En este caso a Clara Tomasini. La fotografía, lo pretenda
o no, tiene la propiedad, como dice ella, de convertirse en una herramienta
para la memoria, para activar zonas olvidadas o escondidas. Esto me llevó a
pensar en cómo construimos esa memoria personal y colectiva a base de este
material, que no se corresponde 100% con la realidad, claro, por mucho que a
veces nos lo parezca. Es fácil caer en el engaño. Por ejemplo, recuerdo un caso concreto de una
foto mítica que durante años se ha elegido (y se sigue eligiendo) para
simbolizar la euforia, la alegría del fin de la II G.M. Es una foto en la que
un soldado americano besa a su novia en Nueva York. La composición es perfecta.
Sin embargo, leí una vez (y quizá sea un bulo, pero bueno, ahora no es
relevante) que la historia real de la foto es otra, que la chica no era su
novia y que ese beso fue forzado, que el soldado la tomó por banda sin permiso,
cosa que a ella no le gustó en absoluto. Total, que más bien es la foto de un
abuso, y entonces, tomarla como celebración del fin de la guerra, de la
violencia, es cuando menos irónico.
Por otro lado, esta reflexión
también me hace pensar en los distintos tipos de fotografías o en los diferentes
niveles de una fotografía. Hay fotos
artísticas y hay fotos testigo que tomamos con el único propósito de dejar
constancia para el futuro, para tener recuerdos, decimos, porque nuestra
memoria no es infinita ni precisa. Esos apoyos mágicos se convierten en
disparaderos de nuestra historia, son capaces de traernos de vuelta el pasado
(con sus distorsiones, sí, pero bueno, a veces lo importante no son tanto los
detalles concretos como recuperar la emoción, el sentimiento que nos provocó
ese momento, lugar, objeto o persona).
- Precisamente esa es la palabra que gana con 27
apariciones: LUZ
La mayoría de fotógrafas la ven como el
elemento imprescindible para la fotografía, ¿qué importancia tiene en tus
poemas? Como palabra, como elemento, como flexo bajo el que escribir…
Para mí la luz es
fundamental, más que elegir entre calor o frío, entre monte o playa, pueblo o ciudad,
mi decisión crucial sería entre luz u oscuridad. Yo podría vivir en cualquier clima o paisaje
siempre que hubiese bien de luz, si me llevas a un sitio oscuro, me matas. No
podría vivir en esos países nórdicos donde oscurece a las tres de la tarde, por
muy bellos que sean. No me extraña que mucha gente se suicide en esos lugares. Recuerdo
cuánto me impactó leer El elogio de las
sombras, de Tanizaki, hay en él todo un aprendizaje que me falta al
respecto. Esa tendencia hacia la luz se ve en mis fotos claramente y, de hecho,
en el poemario original en el que había metido también algunas fotos mías, las
primeras correspondían a una serie que se llamaba Gato pasmado. Eran unas fotos de una pelotita de plástico
transparente iluminada por un rayo de sol, que proyectaba su reflejo en una
mesa de madera pulida. Recuerdo que cuando me levanté, estando en el pueblo, y
descubrí ese espectáculo en mi cocina me quedé embobada contemplándola. Corrí a
por la cámara y le saqué mil fotos, como un gato pasmado por un reflejo de sol…
En mí también es algo natural, instintivo. Supongo que tiene mucho que ver con
mi miedo a la parte oscura, siniestra del mundo. Una de mis pesadillas
recurrentes de mi infancia transcurría en un bosque en el que, de pronto, a
traición, se hacía de noche.
Hablar con las fotógrafas me
hizo consciente de que, al final, la fotografía se reduce a eso: luz y tiempo,
es escribir con luz, como dice Clara Tomasini, y eso a mí me parece algo mágico
y bello.
En cuanto a la luz en mi
escritura, ya no sé qué decirte, paradójicamente me han dicho muchas veces que
es bastante oscura y hermética… aunque no creo que este poemario en concreto lo
sea.
-
Elige varias palabras para definir a cada
fotógrafa.
1.
Clara Tomasini (La
Ilusionista): luz, tiempo, realidad, crear.
2.
Verónica Vicente (La nómada
invisible): espacios, fisuras, contexto, desvelarse.
3.
Valentina Siniego (La
creadora de multiversos): lenguaje, juego, posibilidad, el otro .
4.
Izaskun Gracia (La médium de
los pequeños dioses): historia, contar, tiempo (momento), gente/personas.
5.
Uxue Juárez (La mirada poética):
transmitir, pensar, paisaje, espacio.
6.
Elba Martínez (La narradora):
realidad, yo, el otro, historia, continuidad.
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¿Por qué han sido seis? ¿Por qué estás seis?
¿Qué las une?
Son seis porque son las que
me interesaba entrevistar. No es que decidiese un número a priori. Primero
elegí a las que no conocía personalmente: Clara, Verónica, Valentina y Elba (a
Elba la conocía pero muy superficialmente entonces). Las elegí porque me
gustaba su trabajo, sin más, y porque cada una me parecía muy diferente. A
Verónica, Valentina y Clara las conocí a través de la poesía, porque habían
hecho las portadas de una editorial que me parece muy interesante: Kriller 71
(eso es un nexo de unión, pero no fue algo buscado). Las descubrí allí y las
investigué, vi que tenían obras sólidas, muy sugerentes e inteligentes. Después,
recordé que también tenía amigas fotógrafas y poetas, Uxue e Izaskun, y me
pareció que sería interesante ver qué pensaban ellas que compartían ambas
disciplinas. Elba también escribe poesía, aunque entonces yo no lo sabía. Así
que, sin proponérmelo, de manera casual, resulta que la poesía es el nexo de
unión que las conecta a todas.
- A muchas las conoces personalmente, los poemas
¿están libres de ese conocimiento? ¿Solo los basas en sus fotografías u
opiniones o también en tu sentir hacia ellas?
Como he dicho, conocía a tres
de ellas, en profundidad solo a Izaskun y Uxue.
A mí me parece que no me ha influido conocerlas personalmente porque lo
cierto es que esa faceta suya de fotógrafas no era algo sobre lo que hubiésemos
hablado en serio. Conocía trabajos suyos, claro, pero no los habíamos comentado
a fondo. Sí que es cierto que cuando leía sus respuestas, era como estar
oyéndolas hablar, y que lo que decían me parecía coherente, podía enmarcarlo dentro de sus
personalidades. En ese sentido, esto me ha ayudado a conocerlas y admirarlas
todavía más. Pero eso no creo que cambiase mi forma de proceder, de trabajar
los poemas.
- ¿Son tanto cámara como papel máscaras tras las
que ocultarnos y quedarnos / dejarnos fuera?
Creo que solo tengo autoridad
para contestarte como poeta, porque como fotógrafa —que ni me atrevo a llamarme
así— no dispongo de una verdadera obra meditada de la que pueda sacar
conclusiones (al menos a cerca de lo que me preguntas). Como poeta diría que la
escritura no es una máscara para mí, al contrario, es un intento de quitarme
las máscaras y encontrar la verdad, alguna verdad sobre mí misma y también
sobre lo demás, sobre el mundo, intento quitar velos y ver lo que hay debajo.
Yo no me quedo fuera cuando escribo poesía (otro asunto muy distinto es cuando
escribo narrativa). Pero hay que contar también con que esa verdad que puede
quedar reflejada en el papel (esa especie de fotografía) habla de un momento
concreto, de una parte de mí con la que igual a día de hoy ni me identifico.
Como decía al principio, es verdad en tanto que es sincera, pero es también
ficción, una construcción al servicio de algo mayor que se llama literatura.
- La página 42 es una gran reflexión sobre las redes sociales, más allá del selfie. ¿Has encontrado respuesta a las preguntas que te haces?
No encuentro respuestas definitivas, pero sí constato cosas, soy más consciente de ellas y por tanto puedo estar más alertar, ser más crítica, actuar de manera menos mecánica. En este poema, en particular, sí que descubro algo sobre mí misma, al menos, me doy cuenta de que una de las razones por las que comparto por redes mi fotografía es porque quiero diferenciarme. La fotografía es, en parte, una manera de reclamar nuestra exclusividad. Saco fotos para que los demás vean que mi manera de mirar el mundo es única y, por tanto, yo también lo soy, y quiero que me lo reconozcan. Estamos enfermos de identidad. Somos yonquis de la individualidad extrema.
- En el poema “Autorretrato o Selfie” de la
página 53, vuelves al tema y yo te pregunto ¿qué hacemos, qué se puede hacer,
qué pensar que quede fuera de internet en todos sus hilos?
Aquí el problema es,
como en todo, el exceso, la hybris de la que hablaban los griegos.
Si utilizamos las redes con comedimiento, estas pueden ser herramientas útiles
para comunicarnos, compartir, conocer personas con nuestros mismos intereses,
crecer… Pero exigen una lucha constante para mantener el equilibrio y el ego a
raya. Las redes son como entrar en una
espiral, en un agujero negro donde puedes coger impulso para avanzar, o bien
rebasar el horizonte de sucesos, su punto de no retorno, y ser engullido por él.
Yo estoy siempre en esa lucha. De hecho, pienso que si no fuera porque siento
que tengo que estar ahí por mis libros, me daría de baja de todo.
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