Los poemas de Lerner son bichos muy raros, difíciles de catalogar y hasta de ver: ¿dónde tienen la cabeza?, ¿son eso patas o antenas?, ¿viven en la tierra o en el mar?, ¿por qué permanecen ahí plantados, cuál es su plan?, ¿tienen acaso un plan o son solo una panda de pedantes con ganas de dar la nota?
Quizás, si dejamos de hacer ruido buscando respuestas tradicionales, comencemos a apreciar el suave, hipnótico bisbiseo que producen y en el que, de vez en cuando, distinguimos frases lapidarias, repletas de crítica e ironía amarga. Quizá intuyamos entonces que este ejército de bichos raros se posa en los cuadros de los museos, en los anuncios de refrescos, en los titulares de la prensa y en los índices de los libros canónicos para evidenciar lo extraño de lo normalizado y aceptado sin resistencia alguna.
Elegías doppler
Se mire por donde se mire, fue un invierno
interminable. Emulsiones de
Rondaron luego el lago como
Ya basta. Este abril va a ser
Una sensibilidad inadecuada al verde. Me levanté
temprano, borré una hora
Pincel de seda y hacha
Me gustaría pensar que soy una persona distinta
imagen latente que se desvanece
en los bordes y las orejas
En términos generales una cara más tensa
ahora. Te cuesta tanto entender
Del menú desplegable
En un grupo de ocho poemas, elegí
dormir, pero no pude
Decidí cambiar todo
Compuesto en su totalidad de instantáneas
o se desvanecen entre los árboles
pero no
me acordé del sueño
salvo una breve toma
de una mujer que abría los ojos
Ari, escucha. Soy una persona diferente
En un mundo perfecto, sería
abril o un concepto asociado
verde al tacto
a varios metros de distancia.
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