Izaskun Gracia, lo he dicho en otras ocasiones, no es una autora apta para quien busque una poesía complaciente y facilona. Su obra no es "comida rápida" que uno engulla de una sentada para saciar un vano apetito pasajero. Es más, sus poemas están hechos de pura hambre. Hambre con mayúsculas. Hambre que alimenta y a la vez expone nuestras partes más vulnerables y oscuras. Hambre que nutre nuestro desasosiego.
Cuando termines un libro de Izaskun Gracia, mídete con la cinta y verás que has crecido varios centímetros, lo mismo que esa boca en mitad de tu pecho.
I
queda mi paso en suspenso
en el aire
sin oportunidad de acariciar el pavimento acotado sobre el
que caminas
mi realidad es otra y como tal espero el momento en que la
lluvia dé pie al movimiento
o en que este sol carbonice todo lo que sobre mí se cierne
II
a pesar de lo andado intento encontrar el sentido de la
lejanía
entender su relámpago y embestir la tormenta a través de los
ríos que parten de mí
que soy acuática y silente
inerme de palabras con las que sacudir tu mundo y mis
esferas
III
en ocasiones sólo cabe esperar el pasar de las horas
su conversión en segundos y la consecuente llegada a otro
instante
a otro presente que irremediablemente cambie lo que
creemos que somos
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