Blog de Regina Salcedo Irurzun

viernes, 8 de mayo de 2020

LECTURAS PARA LA CUARENTENA: LUZ PICHEL

Ayer fue el cumpleaños de Luz Pichel, lo vi en el facebook, así que pensé que era buen momento para traer aquí alguno de sus poemas ya que, desde luego, es una autora que no podía faltar. La descubrí hace no mucho y lo primero que me pregunté fue en qué 5ª inopia había estado para no enterarme de la existencia de semejante pedazo de escritora.
Es difícil describir la poesía de Pichel, no hay otra voz como la suya. Es como escuchar una vieja cántiga en castellano antiguo (traducido del gallego en el que ella escribe) donde habitan palabras, instrumentos, objetos rústicos y escenas del pasado que, de pronto, reciben la "luz" de una mirada compasiva, curiosa y aguda  que devuelve sus almas a la vida, que, milagrosamente, consigue que nos cuenten cosas de una actualidad abrumadora, con un lenguaje fresco y, al mismo tiempo, meticuloso, sabio. La mezcla resultante es de una modernidad pasmosa y genuina.

Olga Tocarczuk revindicaba la ternura de los pequeños gestos en su discurso al recoger el Nobel en 2018; la obra de Luz Pichel está envuelta en una atmósfera donde la ternura es su componente esencial. Se respira a cada paso sin que apenas nos demos cuenta, sin que sature o evite que nos duela la desintegración que nos muestra de ese mundo despreciado que fue hasta hace no mucho.

SUBIRÁ A UNA HIGUERA

Subiré a la figuera
antes de dejar definitivamente la casa.
Ya no habrá higos allí, ni mirlos
ni espantajos,
ni trabelas* de lata aturdiendo.
Sólo una loca en la cima de un árbol,
la frente saliendo entre los ramajos
mirando alrededor a ver qué se ve.
A lo mejor enlíase un volandero
en su cabeza, entreteniendo un poco.
Después, la loca y el volandero
y quienquiera sumarse a un concierto de silbos
entonarán bajito un son de rumorosos,
en remembranza.
Aún quedará en lo alto un poco de la mujer,
dialoghando con ella.
Alguien, para entonces, habrá echado herbicida a la hiedra del
manzano
Alguien habrá roto la lona de la hamaca que heredó de su padre,
que ya no se precisa.



La hélice de lata choca con el clavo en
el alto extremo de un varal. Pero
consigue el giro y escúchase su son sin
son*. Vese que puede más el aire bien
mandado que el mismo fierro.
-Entonces haberá que soplar, dijo
Cativa.                                          

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