Blog de Regina Salcedo Irurzun

jueves, 21 de mayo de 2020

LECTURAS PARA LA CUARENTENA: PILAR ADÓN

Si ayer hablé de Jane Kenyon, hoy me toca hacerlo de Pilar Adón, pues fue esta quien me presentó a la poeta norteamericana y, ahora, siempre que leo a Kenyon, me acuerdo de ella, ya casi las percibo como dos hermanas o dos buenas amigas en cuyos ojos danza un brillo semejante; tierno, afilado, agridulce. Ambas ocultan en su cuerpo la marca, la dentellada que la realidad mezquina (la que pervierte la violencia de los hombres) inflige a las personas altamente sensibles y perceptivas.

En los poemas de Adón se nota su dominio de la narrativa, ya que muchos iluminan, como una buena fotografía, una historia breve pero intensa. Y estas cápsulas super concentradas y nutritivas están elaboradas con lo mínimo (también como hacía Kenyon). Son elecciones sabias, meditadas, que saben qué rasgos y gestos mostrar exactamente, desde qué ángulo nuevo, con qué luz precisa para conseguir la atmósfera pertinente, para provocarnos el escalofrío necesario que nos impele a cuestionar (nos). Son píldoras asombrosas que, al igual que una cabina de teletransporte, nos dejan, de repente, en medio de un bosque oscuro donde nada puede protegernos ni darnos el refugio de un sentido absoluto (ni siquiera parcial), aunque, eso sí, nos brindan el consuelo de su sobria y aguda belleza.


V

Usaron las piedras del primitivo puente
y las de la granja del abuelo
que no pudo pagar porque se lo gastó en vino.
Usaron las piedras de la ermita
y todos los niños de la casa nueva
nacieron muertos.



XI

No es esta una vida de lluvia.
La lluvia que barre e higieniza.
Una vida de refugio en retirada sostenida.
Tampoco el crujir de la madera.
La existencia en el plano estado de no estar.
El denso verde de un cultivo grueso tras las ventanas.

¿No podrías acudir si llamo y darme en los dedos?
Traer el desmayo letargo sin pitidos ni vértigos,
la insensibilidad.

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