Blog de Regina Salcedo Irurzun

miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL EVANGELIO DE JUDAS, Alberto Vázquez







Dios hace las cosas (o Jodorowski, no lo tengo muy claro). Después de la ración de entrañable moñería de Hermosa Soledad (aquí), llegó a mis manos El Evangelio de Judas, de Alberto Vázquez.

Y resultó que era justo y necesario (justamente lo que necesitaba para resarcirme).

Pese a tener algunos puntos flojos -a mí la parte central con la historia de Jesús Cristo editor es la que más me ha gustado con diferencia-, en general, me ha parecido un libro interesante, un libro que, sobre todo, me ha descubierto a un autor con mucho potencial al que seguiré leyendo. Un libro que, aunque no redondo ni uniforme, tiene unos cuantos puntazos.


Primer puntazo: que el protagonista sea Judas, una ardilla católica que abraza la fe cristiana tras haber tocado fondo (lo normal en este tipo de roedores, vaya: drogas, sexo, autodestrucción…) y que, en esa conversión desesperada, se abrace precisamente al lado más oscuro: la culpa, el pecado, la idea del bien sólo como fin necesario para obtener la gran recompensa. Vamos, que hay tipos nacidos para torturarse.


Segundo: reconozco que esto es algo muy personal y tiene que ver con algún trauma debido a mi educación en colegio de monjas. Me pone un montón cuando se juega de forma irreverente (e inteligente) con la figura del hijo de dios (todavía me río con algunas escenas de La vida de Brian). Que aquí Jesús Cristo sea un frívolo editor con el poder de decidir a quién encumbra hasta cielo de la gloria literaria y a quién abandona en el purgatorio del anonimato, me encanta.
                               


 

Tercero: las ilustraciones. Vale: no es nuevo el recurso de utilizar diferentes estilos dentro de la misma historia, lo difícil es hacerlo de manera que tenga fundamento y añada significado y fuerza al mensaje, que es lo que hace Vázquez con naturalidad y una personalidad indiscutible.
       

Cuarto: también personal. Me atraen los libros que ahondan en el tema del proceso creativo (a tramos, calvario), en la carrera de obstáculos para llegar a editar, en las cuchillas de doble filo que se encuentran en el camino, en las traiciones y las auto traiciones (muy Judas, sí), en la vanidad, el ego, los críticos, la envidia, la subjetiva verdad…
Vázquez va presentando todos estos temas sin concluir en moralejas aleccionadoras, dejando que sea el lector el que interprete y reflexione. La narración presenta los hechos y sugiere, no es explícita ni cerrada. ¿Hace bien Judas en seguir con su vocación artística? ¿Es realmente tan importante la vocación, se puede vivir sin ella, se vive más feliz? ¿Merece la pena tanto sufrimiento? ¿Es tan malo traicionarse? (Imagino que aquí habrá mucha parte autobiográfica).


Último puntazo: que se juegue desde el título con la figura del Judas alternativo, ese Judas ojito derecho del Señor cuya traición obedecía a un plan divino elaborado de antemano y el paralelismo con la historia de Judas, la ardilla, dibujante de cómics y fanzines.


Como digo, un cómic muy abierto a interpretaciones varias. A mí me ha invitado a mirar desde otra óptica la relevancia del fracaso y de nuestras (auto) decepciones. A ir un poco más allá de la evidente enseñanza sobre aprender de nuestras caídas, sobreponerse y no tropezar en la misma piedra, a considerar también, me refiero, la opción contraria; la de no huir de esas experiencias negativas, la de concebirlas y asumirlas como parte del plan (del destino o la vida, llamémoslo como mejor nos parezca).

Todos llevamos dentro un Gollum que nos repugna, que nos empuja por caminos sinuosos y nos pone trampas, y al que, evidentemente, quisiéramos ver muerto. Tal vez deberíamos pensar en las palabras de Tolkien (si me perdonáis el frikismo) cuando dice que el monstruo tiene un papel que cumplir, para bien o para mal, antes de que todo esto acabe.