Blog de Regina Salcedo Irurzun

sábado, 16 de agosto de 2025

Los que queremos creer que creemos

 

Por Regina Salcedo

«La decisión más importante que debemos tomar
es si creemos que vivimos en un Universo amigable u hostil»

Albert Einstein

 


Hay tres clases de personas en el mundo:

1.       Las que creen.

2.       Las que no creen.

3.       Las que quieren creer que creen.

Si perteneces a uno de los dos primeros grupos: felicidades. Te envidio sinceramente. Puedes dejar de leer aquí; este texto probablemente no te interese. La siguiente reflexión está dirigida a quienes formamos parte de la tercera categoría.

Las personas que queremos creer que creemos somos, a mi parecer, las más desafortunadas, pues nos vemos obligadas a esforzarnos continuamente: tanto para creer en algo como para no creer en nada. Es un desgaste permanente, ya que nunca estamos del todo seguras. Eso es, paradójicamente, lo único que tenemos claro (y ni siquiera solemos ser conscientes de tal certeza). Mantener a raya la duda —como si fuera un zorro que viene a robar nuestras gallinas cada noche— también acaba siendo agotador.

Porque la duda es nuestra esencia —por llamarlo de alguna manera, tampoco sé si creo en tal concepto—. Así que nuestra vida suele ser un incesante y laborioso vaivén. Oscilamos entre temporadas en las que nos agarramos al ateísmo y al materialismo más férreo («la vida es lo que tenemos delante, y punto»), y otras en las que nos dejamos llevar por el mundo espiritual, la trascendencia, el alma y cualquier lenitivo Más Allá. Podemos vestir este impulso con las ropas que queramos: budismo, cristianismo, astrología, numerología… Incluso diseñar nuestro propio credo a medida.

Pero lo cierto es que, incluso en épocas de firmeza —sea del lado que sea—, siempre atisbamos en el fondo de nosotros un resquicio de resquemor y sospecha. El síndrome del impostor nos llama tras la puerta. Y basta con que la realidad —ese completo sinsentido que es la existencia— se filtre por la rendija, ya sea gota a gota o como una tromba, para que todo el montaje se venga abajo.
Entonces ocurre un seísmo interno que, a veces, nos arrastra hasta la otra punta del barco, y otras, nos recoloca en un punto intermedio de desafección (y descanso), en el que simplemente nos olvidamos del tema y nos concentramos en otros asuntos.
Por un tiempo.
Porque el anhelo de querer creer firmemente en algo que nos sostenga —como a esos privilegiados tocados por la Fe— sigue tejiendo en silencio, igual que una araña en un rincón oscuro.
Nos mueve esa necesidad.

El problema es que estos terremotos pasan factura. Nos hacen sufrir, nos enfadan, nos humillan, nos defraudan, nos envenenan, nos deprimen, nos desbordan, nos frustran… Son momentos de crisis que se repiten una y otra vez, sin propiciar ningún avance o florecimiento.

Hasta que hoy, por fin, he descubierto algo que me había pasado siempre desapercibido. Una palabra clave que había omitido, y cuya ausencia me mantenía atrapada en la rueda.

Esa palabra es: montaje.
Y no la veía porque la había dejado fuera del marco —del trillado circuito.

Toda la vida he estado enfocándome en los términos que nombran los edificios y sus materiales: espíritu, razón, ciencia, hechos, alma, mente, materia, lógica, esencia, conciencia, sentido, intuición…
Y ahí estaba el error.
Porque quienes queremos creer que creemos —ya sea en algo o en nada— no podemos desmontar la forma de ser que nos ha tocado en suerte buscando grietas en las creencias que abrazamos o desabrazamos cíclicamente. Es absurdo. Tenemos recursos para armar y justificar tanto una postura como la contraria. No hemos sido bendecidos con ese azaroso don de la Fe del que gozan las personas de la primera y la segunda categoría.
La verdadera Fe es un cemento indestructible cuya fórmula jamás caerá en nuestras manos. (Ojo, esto no quiere decir que ellos no enfrenten contratiempos. La diferencia es que su fondo no lo constituye la duda, sino la convicción. Cuando algo los extravía, solo deben buscar el camino de regreso a casa. Para  ellos, las crisis son desvíos, no abismos. Llevan una brújula en el pecho, aunque a veces esté nublada).

Así que la clave no está en analizar la torre que erigimos ni los componentes que utilizamos. La clave está en reconocer que somos constructores: vivimos montando y desmontando. No somos habitantes sedentarios de fortalezas: somos nómadas que levantan yurtas y las pliegan para seguir.

Somos montadores de montajes.

Y ser conscientes de ello es algo profundamente liberador.

No se trata de reducirlo todo a la sentencia «la vida es un montaje» —porque eso nos lleva enseguida al «en consecuencia, no me creo nada». Y ya sabemos que esa no es una opción válida ni duradera para nosotros.

Lo importante aquí es comprender que nuestro verdadero poder como montadores está en la conciencia de serlo. En la perspectiva. En salir de la rueda y observarla.

Reparar en que somos, por encima de todo, espectadores, como los que abren un libro o compran su entrada para el cine.
Tal vez la palabra no suene atractiva —por su connotación pasiva—, pero si lo pensamos bien, constatamos que no es así. Todo depende del espectáculo y de la relación que entablamos con él.
¿Acaso no hemos llorado, reído o vibrado intensamente con una buena película o una gran novela? ¿No hemos llegado a experimentarlas con todo nuestro ser? En esos momentos nunca nos percibimos como meros asistentes apáticos y sumisos.

Del mismo modo, creo que las personas del tercer grupo necesitamos reconocer que, como espectadores que se entregan a las historias que eligen, también tenemos un don: somos capaces de suspender temporalmente nuestra incertidumbre.
Como quien pacta entrar en una ficción, aceptamos por un tiempo las reglas de ese mundo —aunque sepamos que es pasajero—. Y nos dejamos afectar por él.

Eso no es engañarse. No es ser falsos ni ingenuos. Es jugar con la seriedad con que juegan los niños. Sentarse en el sofá, tomar las palomitas y entrar de lleno en el montaje que se desarrolla ante nosotros (y con nosotros).

Y tampoco se trata de mirar desde arriba a quienes creen sinceramente. Debemos evitar el peligro de convertirnos en rematados cínicos o nihilistas. No juzgamos a los personajes de la historia. Al contrario: cuando nos zambullimos en ese estado de creer que creemos—desde el respeto y el amor—, lo hacemos con plena entrega, sin imposturas.
La empatía que sentimos y nos envuelve es absoluta.
Esto también nos incluye a nosotros. Conviene tener muy presente que no debemos menospreciar nuestras etapas de credulidad una vez concluyen. No hay peor sensación que traicionarse a uno mismo y burlarse de lo experimentado en esos momentos. Por mal que te sientas al dejarlos atrás, no es buena idea trivializar ni arrojar al barro dichas vivencias, ya sea por despecho, vergüenza o enfado. Recuerda que tienes que seguir conviviendo con esa parte espiritual —a la que ahora quizá llames supersticiosa— que también te constituye. Y es preferible, como decía Mario Levrero, no tener a nadie cabreado ahí adentro, al menos si lo que buscas es una relación apacible y sana contigo mismo.

Quizás lo más valioso de este modo de estar en el mundo es que, cuando la historia termina, ya no llega el tsunami. No nos sentimos devastados por la contradicción o el desencanto.

Porque sabemos que era solo una ficción efímera. Una obra de la que podemos salir transformados, sí, pero no destruidos.
Sabemos, además, que pronto habrá más películas. Que elegiremos otro montaje, del género que sea. Y que no pasa nada. Cuando se encienden las luces de la sala, la suspensión de la credulidad —o de la incredulidad— termina. Pero no nuestra identidad, no nuestra razón de  existir.

 

 

miércoles, 4 de junio de 2025

Cuando entrevistas a Ignatius puede ocurrir todo menos lo que planeabas

 Pues eso, en una charla con el genial Ignatius Farray puedes pasar de entrevistadora a entrevistada en menos que canta un gallo y acabar hablando de tu libro sin quererlo ni beberlo (porque así es él de espontáneo, caótico y generoso).

https://www.youtube.com/watch?v=pXI0B4CPqjg

Podéis ver la charla completa (y escucharle disertar sobre su libro y sus meditaciones) en el canal de YouTube del Ateneo Navarro-Nafar Ateneoa. Os la recomiendo vivamente.




lunes, 7 de abril de 2025

"Viaje a Creta", Regina Salcedo

 


Ya está en mis manos este libro tan especial para mí por muchos y diversos motivos. Y dentro de nada, a partir del 21 de abril, si no me equivoco, llegará también a las librerías. Por si os apetece saber de qué va, copio a continuación el texto de la contraportada:

«Cuando la autora comienza a preparar su viaje a Creta, un destino con el que lleva años soñando, se da cuenta de que las expectativas que alberga son tan altas que podrían fácilmente sabotear su experiencia. Así, el libro que tenía pensado escribir en la isla, se gesta y nace meses antes como un proceso de purificación que le permita viajar también dispuesta a ser atravesada por una cardelina, en el salón del trono.

Todo este recorrido previo es una interrogación sobre la disposición mental y anímica con la que nos presentamos en los sitios amados: con qué ojos miramos e interpretamos el mundo, qué peligros (miedos, costumbres, velos e idealizaciones) pueden alejarnos de la epojé, ese ambicionado estado, propuesto por los filósofos escépticos, que consiste en dejar en suspensión nuestro juicio y todo aquello que creemos saber, de modo que podamos conocer la realidad sin condicionamientos.

En resumen: un libro que intenta exorcizar la Creta construida por la narradora para ver si es posible que la verdadera Creta irrumpa tal cual es».


La presentación tendrá lugar el miércoles 30 de abril, en Pamplona. 


20 de mayo de 2025

Y aquí tenéis la primera reseña del libro en Librújula, toda una sorpresa maravillosa:

Revista Librújula







domingo, 1 de diciembre de 2024

Presentación de "Hydra", con Liébana Goñi y Regina Salcedo

 Os dejo el enlace a la agradable charla que mantuvimos el pasado 27 de noviembre a raíz de la presentación de Hydra, en la librería Chundarata de Pamplona. Espero que os guste 😉.


                                     Berta Bermúdez, Liébana Goñi y Regina Salcedo


jueves, 22 de agosto de 2024

"Hydra", Liébana Goñi y Regina Salcedo (Uve Books, 2024)

Uno de los proyectos que se materializan este otoño (concretamente llega a librerías el 18 de noviembre) es Hydra, un libro muy especial, ya que se trata de un álbum ideado e ilustrado por la artista Liébana Goñi.

Este es sin duda su hijo, gestado por ella de principio a fin, y por el que ha luchado mucho durante años para que vea la luz (y esto será de la mano la maravillosa editorial Uve Books). 

En este caso, yo sólo soy una invitada que ha tenido la suerte de poder matizar la historia con algunos versos, aunque creo que las ilustraciones son tan poderosas y transmiten tanto y tan bien, que podrían funcionar solas perfectamente. De cualquier modo, ha sido un honor y un placer participar en algo tan interesante, bello y necesario.

Espero que os animéis a leerlo.






domingo, 30 de junio de 2024

"El gorrión de Lesbia", una adaptación libre


Como amante de los gorriones, cualquier texto que hable sobre ellos me interesa. Hoy me he tomado la libertad de hacer una adaptación personal de este precioso poema de Catulo (siglo I a.C.). Espero que os guste.


El gorrión de Lesbia 

Llorad, Cupido y Venus,

y mortales capaces de apreciar la belleza.

Ha muerto el gorrioncito de mi niña,

la alegría y el gozo de mi niña,

a quien ella apreciaba más que a sus propios ojos;

igual que madre e hijo se querían.

Nunca de su regazo él se alejaba,

girando alrededor con breves saltos,

feliz y confiado, para ella piaba.

Caminando va ya por el sendero umbrío

hacia donde se sabe que ninguno regresa.

¡Os repudio y maldigo, criminales tinieblas

que devoráis lo bello de este trágico mundo;

tan estimado ser me habéis arrebatado!

¡Qué profunda desgracia! ¡Ay, pequeño gorrión!

Ahora, por tu causa, un llanto inconsolable

enrojece e inflama los ojos de mi amada.

viernes, 14 de junio de 2024

"Bienvenidos al Colapsoceno" (la era del Colapso), de Iñaki Arzoz y Andoni Alonso

Os dejo un enlace a la charla organizada desde el Ateneo Navarro/Nafar Ateneoa sobre el libro Bienvenidos al Colapsoceno, del profesor Andoni Alonso y el investigador Iñaki Arzoz.

    Sobre esta colección de artículos el filósofo Josep María Esquirol dice: «El verdadero espíritu revolucionario es una experiencia de responsabilidad. Uno siente que debe responder ante una situación (de la sociedad, del mundo) que así lo exige. Los autores de este libro tienen ese espíritu». Y luego añade que nos hallamos ante un texto honesto y paradójico, ya que, en parte, sostiene con mucha agudeza que ya no hay nada que hacer para evitar el colapso y, en parte, no cesa de apelar a lo seminal, a lo marginal, a los viveros, a la imaginación, esto es, a la resistencia.

    En esta charla-debate, además de introducirnos a fondo en el tema de la era del colapso, desde el punto de vista filosófico, y sobre las diferentes posturas existentes en torno a él, se tratará de fomentar un espíritu radicalmente crítico, del trabajo en común que nace de la solidaridad y la amistad genuinas. Frente a la distopía y la tecno-magia, es preciso estimular nuestra creatividad y debatir cabalmente sobre qué podemos hacer o no-hacer —entre la política de la impotencia (Ivan Illich) y la política nocturna (Santiago López Petit)—, y qué redes podemos tejer la ciudadanía para, como bien señalan los autores, intentar que ese colapso que ya está aquí sea lo menos catastrófico posible, incluso una oportunidad de transformación.