Dibujo un simple cubo en el papel y me cuesta un
esfuerzo de voluntad inmenso
desmontar el engaño de sus tres dimensiones.
Necesito un bolígrafo para reconquistar sus líneas una a una,
pero mi mente lucha por volver a imponerme la
imagen de costumbre:
es tan potente que la llana verdad apenas se
mantiene.
Mi atención se derrumba en varios parpadeos.
Pienso ahora en el mundo
y el vértigo me rompe desde dentro.
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